SALT LAKE CITY.- No todas son lágrimas en esta experiencia pionera, tambien hay mucho gozo. Con ojos cristalinos de emoción, Carlos Varas dice que su momento más feliz de los 17 días de Juegos fue "en el sprint en la última carrera, cuando por primera vez en la historia del biatlón un chileno hizo cero penalidad. Pude dar a todos los blancos, es algo muy, pero muy dificil".
Para Claudia Barrenechea, una mujer que irradia alegría, llegar a los olímpicos es algo que aún le cuesta creer que haya logrado. En su primera carrera en la pista "iba en mi última vuelta y (muy concentrada) entre consciente y semiconsciente escuché ¡vamos Claudia, apechuga hasta el final! Escuché eso y fue como una voz de adentro que decía vamos, vamos y entrega todo hasta el final”.
Momentos que hacen de los Juegos una memoria inolvidable, como el instante en que el equipo chileno entró al estadio olimpico. "Sentí que toda la gente que me ha acompanado en el camino estaba conmigo, que Chile, que todos los deportistas estaban pendientes de eso, sentí que estaban presentes conmigo, senti la responsabilidad", dice Carlos Varas.
Y por esta experiencia y todo este gozo, el sacrificio valió la pena. Al fin y al cabo en los Juegos no hay recompensas en dinero, sólo la alegría de haber dado lo mejor, de "llegar y sentir que lo di todo", como dice Mikael Gayme; de "haber dejado todo en la pista", según Claudia Barrenechea; de "rendir doscientos por ciento", como resalta Anita Irarrázaval; "de darle con todo", como resume Maui Gayme; "dando el último impulso de fuerza para dejar en alto el nombre de Chile", según Carlos Varas.
Los olímpicos son una experiencia en la que cinco anillos unen a hombres y mujeres de los cinco continentes que se preparan por cuatro años y quizás por toda una vida, para demostrar que el esfuerzo, la perseverancia y la dedicación pueden hacer de un hombre un campeón.
Estos siete chilenos vinieron en busqueda del oro en Salt Lake y al fin de la jornada ven que el logro más importante es la fortaleza en el carácter. Cuando se combaten todos los temores, cuando enfrente hay una pista tan empinada hasta alcanzar los casi sesenta grados, la fuerza más poderosa -que da la energía para ir por las medallas- es como dice Thomas Grob la que viene del corazón.
Una fuerza que moverá a estos pioneros chilenos a ir una vez más en busca del oro a Torino 2006.
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