INDIANAPOLIS.- Las horas difíciles, de los temores e incertidumbres, ya pasaron. Hoy, y a partir de este último fin de semana, Eliseo Salazar descansa en su casa en Miami. Inicia así un nuevo y largo receso que los médicos tratantes advierten que será de 9 meses. Un parche verde sobre su ojo izquierdo –estoy sufriendo de doble visión– y una cicatriz en el pecho –la operación me la hicieron separando en dos partes el esternón– denuncian la gravedad del accidente de la tarde del martes último en el óvalo de Indianapolis donde estuvo a punto de matarse.
Considera lo ocurrido como grave. Pero con esa forma tan especial, como realista de tomar su profesión, le resta importancia o no le da el dramatismo de quienes ven el tema desde afuera y sin la pasión que el piloto chileno de la IRL aplica a su deporte de toda la vida.
"Sí, pasó y listo... Ahora, tengo que estar dispuesto para correr cuando me recupere". Parece insólito que lo diga cuando tres días antes había dejado a sus amigos, a gran parte de los chilenos que lo siguen, sosteniendo la respiración al saber del accidente.
Partido por la mitad
En una sala del ala norte del Hospital Metodista, en el quinto piso (la única con suite y que en total no debe tener más de 28 metros cuadrados) se produjo la conversación... Sorprende por la crudeza de sus palabras... Mira, estoy partido por la mitad. Junto con decirlo, se abre la camisa y deja al descubierto la herida que recorre horizontalmente su pecho, producto de la operación a que fue sometido hasta las 3.00 de la madrugada del miércoles pasado por el cirujano cardiovascular Fehernbacher. (Indica el tajo de la operación para llegar hasta la arteria aorta y carótida, que recibieron el impacto en el choque).
Minutos antes de nuestra llegada, y mientras se afeitaba, había comentado a Rafael Hernández, su representante y amigo: Con estas cicatrices ya me estoy pareciendo a Frankenstein.
Eliseo estaba de buen ánimo, aunque no sonriente... Temprano, un ayudante del doctor que lo intervino le había ratificado el alta luego de revisarle la herida (cerca de 20 centímetros) y el cuello. El viernes por la tarde, pasadas las 16.00, en la ronda médica vespertina, le anunció: se puede ir el lunes o martes.
– ¿Sabiendo de las inquietudes que te caracterizan, cuánta paciencia tienes para soportar los nueve meses de reposo que los médicos tratantes recomiendan?
– Hay que afrontar la situación... Fehernbacher y Trammell (él me intervino el 96 y el 98) ya me dijeron que serán nueve meses que deberé estar alejado del automovilismo y que, incluso, no puedo conducir autos de calle durante mes y medio. Sé que debo cuidarme. Pero, les pedí un favor: quiero competir en la última carrera del año, el 15 de septiembre en Texas, dentro de cinco meses. Me perderé las 11 del medio.
–¿Y los médicos creen posible el retorno anticipado a las pistas?
–Ellos dicen veremos... Para ver si mi solicitud es factible, acordaron realizarme una evaluación cuando se cumplan tres meses y medio del accidente, a fines de julio. Ese control se hará en el Hospital Metodista. No prometen nada, pero pienso que puedo volver antes tal cual siempre lo hice en los anteriores accidentes que sufrí. Siempre estuve arriba del auto con dos o tres meses de anticipación.
–¿Qué gravedad tiene la doble visión y a qué se debe?
– No es grave... Es cierto que me afectó una conmoción, pero no hay daño. La contusión cerebral no es para preocuparse, según me han dicho los médicos. Dicen que en días o semanas la doble visión pasará, poco a poco. Si surgiera algún problema por este asunto o por la operación misma, en el ‹‹Jackson Memorial›› de Miami, hay buenos traumatólogos, neurólogos y cardiovasculares que puedan atenderme. Incluso, hay algunos que trabajan en la KART que es una categoría muy similar a la IRL.
– Más de alguna vez, en el pasado, hablamos de lo riesgoso del automovilismo, de la posibilidad cierta de morir... ¿Esto que acaba de suceder no admite un replantamiento del futuro?
– Primero déjame contar que el viejo Fehernbacher está sorprendido. De la forma en que se dañó la zona operada, con rompimiento de la carótida y compresión de la aorta, era para que yo muriera... Gracias a los exámenes que me hicieron, notaron que me estaba desangrando. Se demoran un poco más y chao. Me muero. También fue favorable que la demora entre la pista y el hospital fuera mínima.
–Otros han muerto en carrera...
–Sí, es cierto. Sin ir más lejos, hace algunos años, a Scott Brayton le pasó lo mismo que a mí en una prueba y falleció. A él se le cortó completamente la carótida. Y no hace mucho, en un partido de hockey hielo, a una chica le llegó un golpe en esa zona del cuello por donde van esas arterias que son fundamentales en la irrigación del cuerpo y también murió.
–¿Alguna recomendación especial para este proceso de recuperación que inicias?
–Recibí algunos consejos elementales... El esternón, que está sujeto con wires o alambres, tiene que estar quieto, sin presiones. Por lo mismo, cuando yo pregunté si podía hacer algún ejercicio, me respondieron que no debiera levantar más de diez libras. ¿Te das cuenta? No podré tomar en brazos a mi hijo... Sé que el asunto fue grave y que debo poner todo de mi parte.
–Los dolores de la operación deben ser fuertes todavía...
–Diría que son más molestos que fuertes... Cada cuatro horas debo administrarme un calmante. No es para menos... Tengo abierto desde la garganta al estómago.
En este proceso de recuperación que comienzo, me recomendaron que no pasara de las 110 pulsaciones para no sobrecargar la zona intervenida, el by pass.Ž
EL ACCIDENTE...
Cuatro días después del accidente, conduciendo el auto del brasileño Airton Dare a petición del dueño del equipo A. J. Foyt, Eliseo Salazar todavía no lograba dar con las causas. Ni algunas palabras que cruzó con el jefe y con miembros del equipo que le visitaron han servido para encontrar la explicación.
Hasta antes de la colisión contra el muro, en la curva uno, el piloto chileno recuerda muy bien lo sucedido: Después que cumplí con mi test, llevando el auto a las 221 millas por hora (355 kilómetro), Foyt me pidió que probara el de Dare que sólo había andado a 208 millas. Al poco rato ya lo tenía en el nivel del mío. Alcancé a dar dos vueltas a 221 millas. Ya había levantado, me aprontaba a ir a los pits, cuando no supe más... No sé lo que pasó. Incluso, cuando desperté en el hospital me dije: qué hago aquí si yo no he tenido ningún accidente.
–Aunque aún no den con la causa, tiene que haber alguna explicación extraoficial...
–Sin saber lo que arrojan los análisis, una de las teorías podría ser que se produjo una fuerte ráfaga de viento y eso, debido a la aerodinámica, cambió el comportamiento del auto, pese a que no iba fuerte. Ya había dejado de acelerar...
Salazar vuelve a repetir: ¡Cómo no me va a molestar el accidente si yo no tenía nada que ver con el cuento! Además, me pasa en un test sin importancia y en un auto que no es el mío. ¡Mala suerte! Para colmo, no sucedió en carrera, peleando por un triunfo. Eso me tiene muy quemado.
Insiste, como históricamente lo ha hecho, que los choques los asumí hace muchos años. Hay que estar preparado... Sé que en mí, un accidente en la pista es una forma más de morir.