LIDO DE CAMAIORE, Italia.- La joven promesa del ciclismo belga, Rik Verbrugghe, del equipo Lotto, por fin consiguió estrenarse en la presente edición del Giro de Italia y lo hizo a lo campeón, al ganar en solitario la séptima etapa, que se disputó por carreteras cercanas a la residencia del todopoderoso Mario Cipollini, gran favorito para el triunfo y que terminó siendo el gran derrotado.
Verbrugghe invirtió 4 horas y 4 minutos en recorrer los 159 kilómetros, del denominado circuito de La Versilia, con salida en la localidad de Viareggio y llegada en Lido de Camaiore.
Tras él acabó el alemán Schweda, a casi un minuto y dando tiempo a un grupo en el que estaba el español Pereiro. El grupo principal del líder, el alemán Jens Heppner (Telekom), llegó a 1:45 minutos, por lo que el teutón conserva la camiseta de líder.
Una victoria merecida y trabajada la de Verbrugghe, que tras el segundo puesto en el prólogo tras el español Juan Carlos Domínguez se ha dejado ver día tras día, pero sin éxito.
En esta ocasión fue el más astuto y aprovechó la ocasión para sorprender al hombre a batir de la jornada: Mario Cipollini. Verbrugghe atacó de lejos, en la última subida al puerto de Pedona, cuya cima se encontraba a tan sólo 19 kilómetros de la línea de meta.
El comienzo de la jornada volvió a tener como protagonista destacado al "fantasma del dopaje", pues aunque no se dio a conocer ningún caso más, el comentario general volvía a ser el "no negativo" del italiano Stefano Garzelli, líder de la carrera hasta la jornada anterior y ganador de dos etapas.
A ese posible positivo con el diurético probenicina, hay que añadir los controles de sangre y orina que pasaron Garzelli y sus compañeros del Mapei el sábado por la noche, para dejar claro que están dentro de la ley. Unos controles que no han hecho otra cosa que incrementar el desconcierto en el pelotón, que se niega a hacer declaraciones al respecto.
La etapa comenzó con mucha tranquilidad y muchos aficionados en la línea de salida, especialmente seguidores del italiano Mario Cipollini, pues su residencia habitual se encuentra a pocos kilómetros de donde comenzaba y terminaba la jornada.
Fueron 159 kilómetros viaje, tres vueltas a un circuito de 53, que se disputaron sin apenas sobresaltos. En la primera vuelta el pelotón se dedicó a inspeccionar el circuito y recrearse con los bucólicos paisajes de la zona. Circunstancia esta que favoreció claramente al gran favorito para el triunfo: Mario Cipollini.
La primera escapada del día llegó prácticamente a mitad de carrera, cuando una
docena de corredores, entre ellos el español Igor Astarloa, lograron romper el control que imponían los componentes del equipo Acqua&Sapone de Cipollini.
No prosperó, y la que resultó ser la buena nació en los primeros desniveles del Pedona, un puerto corto pero con desniveles que en algunos tramos llegan al 14 por ciento. Verbrugghe salió del grupo como un poseso para presentarse por la cima con casi un minutos sobre siete corredores, entre ellos el español Pereiro, y casi dos con respecto al grupo de Heppner.
El belga, que realizó una ascensión excelente, en la complicada bajada arriesgó al máximo y a punto estuvo en un par de ocasiones de irse al suelo, e incluso tuvo que esquivar a un perro al final del descenso. Verbrugghe demostró sus habilidades y ganas de victoria al superar con éxito todos esos obstáculos.
En el grupo perseguidor de siete corredores, Moreni, Faresin, Cioni, Lunghi, Sciandri, Schweda y Pereiro, la nota era la falta de entendimiento como también lo era en el pelotón principal donde sólo trabajaba el Telekom de Heppner, pues la "cebra mecánica" como se conoce al Acqua&Sapone de Cipollini había arrojado la toalla.
Mañana se disputará la octava etapa, que unirá las ciudades de Capannori y Orvieto, de 237 kilómetros, la más larga de la presente edición y el alto de Radicofani, catalogado de segunda categoría y cuya cima se encuentra en el kilómetro 170 de carrera.