COLONIA, Uruguay.- La selección chilena Sub 20 retorna mañana al país con el amargo sabor de la eliminación prematura del XXI Campeonato Sudamericano de la categoría y la inquietante sensación de dejar embarcado al balompié local en un viaje sin rumbo ni destino.
El cambiante rendimiento que ha ofrecido la selección juvenil chilena en Uruguay, donde ha alternado momentos de gran argumentación futbolística con erráticas rachas de incapacidad y ansiedad, se cobrará la primera víctima en la figura del técnico Fernando Cavalleri apenas arribe la delegación a Santiago.
No parecen las mejores noticias para un fútbol que busca desesperadamente desde hace cuatro años el relevo generacional para los jugadores de renombre internacional que atesora.
La catastrófica imagen ofrecida por la selección absoluta en la última fase de la clasificación sudamericana para el Mundial, donde acabó en último lugar, y la pobre imagen ofrecida en el plano internacional por los grandes equipos del campeonato local hacen más patente y acuciante esta necesidad.
Cavalleri ha asumido en primera persona la responsabilidad del "decepcionante" papel que ha cumplido su cuadro y ha anunciado una renuncia que más suena a abnegado sacrificio al tiránico "resultadismo" del fútbol que a "mea culpa" sentida.
Si Cavalleri es o no el responsable de la "decepcionante" actuación de Chile -el técnico rehusó expresamente tildarlo de "fracaso"- es algo que la Federación deberá determinar, pero habiendo sido el único equipo en mostrar que sabía a qué jugaba en su grupo, tal vez sea el momento de no caer en simplismos personalistas.
Chile se desmoronó paradójicamente tras su mejor partido en el torneo, el que jugó ante Paraguay, que perdió por 2-4 tras dos minutos de desconcentración que los guaraníes aprovecharon a la perfección, un golpe que sin duda mermó la moral del equipo.
A partir de ahí fue hacia abajo en su rendimiento. Ante Argentina se ahogó en la presión albiceleste y en la angustia de no poder manejar el balón, la primera premisa con que contaba Cavalleri.
Contra Colombia tuvo que pelear con los elementos en la primera mitad y la ansiedad e ímpetu juvenil por la necesidad de ganar hicieron el resto en la segunda y lo dejaron sin oportunidades ante un equipo que no demostró merecer el triunfo más que los chilenos.
En todos los casos Cavalleri subrayó los errores y no eludió su responsabilidad por el bajo rendimiento de unos chicos que no estuvieron a la altura del torneo en el plano anímico.
Cuando, ya eliminados, la presión externa desapareció, derrotaron 2-0 a Venezuela, que venía de derrotar a Argentina.
Entra dentro de lo lógico. A pesar de jugar en escuadras importantes, la columna vertebral en el actual campeón, Colo Colo, no dejan de ser futbolistas de 18, 19 y 20 años, con tanta potencialidad como camino por recorrer.
El elemento psicológico ha sido el principal problema de Chile y Cavalleri lo sabe, de hecho, en su última rueda de prensa reconoció que "la formación en Chile es deficiente y deberá cambiar necesariamente para que los chicos logren superar la presión externa".
De ser aceptada su renuncia, el entrenador de origen argentino habrá cumplido seis meses al frente de un equipo al que, en sus propias palabras, no le quedan objetivos tras el sudamericano, muy poco para el responsable de una sección que por fuerza debe planificar a largo plazo para lograr resultados.
De nada habrán servido las enseñanzas y las "varias maneras de cómo no hacer la torta" que ha aprendido Cavalleri en este sudamericano juvenil.
A pesar de lo que diga el técnico o la Federación Chilena, la "roja" sí tiene objetivos inmediatos: lo es el relevo generacional y lo es la fase de clasificación para los Juegos Olímpicos de Atenas que precisamente albergará Chile en el primer trimestre del 2004.
A un año vista, el fútbol chileno tiene por delante un largo viaje, pero sobretodo la obligación de decidir cómo llegar a su destino.
