PARIS.- El argentino Guillermo Coria buscará mañana el paso a la primera gran final de su carrera, en un duelo contra un jugador que le saca 23 centímetros, por el que siente respeto, pero ante el que no piensa desmoronarse.
"Sí, me saca cuatro cuerpos pero también jugué contra Philippoussis en Hamburgo y no me impresiona. Me hubiera gustado más enfrentarme contra Moyá, porque lo conozco y me daría más ritmo. Tengo que ser una pared para él, y sé que será un partido con poco ritmo pero he de jugar como lo vengo haciendo", dijo Coria momentos después de vencer a Andre Agassi, y ocupar el corazón de todos los parisinos.
Para Coria este Roland Garros será inolvidable pase lo que pase. Ganador del torneo júnior en 1999, éste título es uno de sus objetivos y ha llegado a París en la mejor forma posible para conseguirlo.
Octavo finalista en el Abierto de Australia (contra Agassi), finalista en Buenos Aires (contra Moyá), finalista también en Montecarlo (contra Ferrero) y triunfador en su primer Masters Series en Hamburgo contra su compatriota Agustín Calleri, ha establecido un récord en tierra esta temporada de 23 victorias y cuatro derrotas, y en su carrera de 57-25.
Coria desea unir su nombre en la historia de este torneo al de Guillermo Vilas, por quien sus padres le bautizaron igual. Vilas, ganador en 1977, ha señalado que este nuevo gaucho tiene condiciones para ser ganador en París.
Para ello tendrá que doblegar al sorprendente holandés Martin Verkerk, un gigante de 1,98 metros, capaz de sacar a 215 kilómetros por hora, que lleva en total 93 saques directos, y que neutralizó al ex campeón Carlos Moyá con 27 de ellos, y contra el que no se ha enfrentado hasta ahora.
Verkerk ha salido del anonimato en París, pero durante la temporada ya comenzó a despuntar al ganar el torneo de Milán (109 directos en esa semana) y doblegar al ruso Yevgueny Kafelnikov en la final, además de alcanzar los cuartos de Roma tras salir de la fase previa.
Con fama de mujeriego, el sucesor de Richard Krajicek es el primer holandés que alcanza las semifinales de Roland Garros, precisamente después del bombardero de Rotterdam, en 1993.