ZARAGOZA.- La selección española se complicó la vida en su camino hacia la Eurocopa de Portugal 2004, al perder ante Grecia por 0-1 en un partido con muchas más sombras que luces y que significó la primera derrota de la era de Iñaki Sáez en el banquillo hispano.
España careció de todo lo necesario para desbordar a un rival que supo hacer su partido en Zaragoza, ciudad en la que, para colmo, no se pudo celebrar el ascenso de su equipo a Primera.
Pese a exponer su versión más ofensiva, el equipo de Iñaki Sáez sufrió de lo lindo para llegar con auténtica claridad al remate, y cuando lo hizo no le acompañó el acierto. Hay encuentros en los que se puede pensar en golear, pero que se complican sobremanera. Este fue uno de ellos para España.
Valerón, mientras tuvo fuelle, despuntó en el medio centro con su clase y visión de juego, Etxeberria desbordó por la derecha cuando estuvo, Raúl quiso hacer daño entre líneas pese al pegajoso marcaje de Kapsis, Morientes trabajo a destajo pero sin éxito y Vicente lo intentó todo por la izquierda, pero apenas le salió nada y eso que contó con la colaboración en las subidas de Raúl Bravo.
El conjunto de Otto Rehhagel, que ya rozó el triunfo antes del Mundial en Inglaterra, hizo una apuesta clara por la seriedad defensiva, las ayudas atrás y a la espera de una contra. Le salió a las mil maravillas. Apenas salió de su campo, pero con el zapatazo de Giannakopoulos al borde del descanso encendió la luz de alarma en el equipo español.
De nada le había servido al cuadro de Sáez haber dominado, jugado por momentos bien y brillante, pero la impotencia de ser mejor y no llegar con la contundencia necesaria acabó por dar aire a los helenos, que estallaron de júbilo en un momento psicológico.
Y lo hicieron ya sin Tsartas en el campo, reemplazado por lesión, y sin Charisteas, otra de sus figuras. La entrada de Lakis y Karagounis dio al cuadro de Rehhagel más mordiente en posiciones más adelantadas y con ellos la dinámica cambió porque España había bajado el ritmo.
El gol de Stylianos Giannakopoulos, del Olympiakos, fue un castigo injusto para los méritos del conjunto de Sáez, que por segunda vez en esta fase de clasificación se veía por detrás en el marcador, como le ocurrió en Kiev y desvelando carencias que pueden ser preocupantes en momentos realmente claves, como las que se vieron ante Armenia en buena parte del encuentro.
Grecia se instaló después del descanso alrededor de su área y se convirtió en un muro prácticamente impermeable. El partido, ahora ya sí, tuvo sólo una dirección, el del ataque del cuadro español en busca de la remontada.
Ni siquiera la magia de Valerón podía romper la barrera que España tenía enfrente. Sáez tardó un cuarto de hora en cambiar las bandas. De Pedro y Joaquín suplieron a Vicente y Joseba Etxeberria con la intención de refrescar las aperturas y ganar en calidad en el centro al área.
Tampoco Raúl, en un partido gris por el impecable marcaje sufrido, conseguía rescatar a España, cuyas ideas eran pocas y sus reservas físicas también justas, algo, empero, en cierto modo lógico por la altura de la temporada.
Valerón, agotado, y Marchena, superado por el enorme desgaste físico, acabaron sin presencia y España careció de capacidad en la medular mediado el segundo periodo, por lo que Sergio tuvo que comparecer en lugar del valencianista como última solución a falta de un cuarto de hora.
A España se le encendió un rayo de esperanza con la expulsión de Venetidis (m.80), pero pudo el corazón a la cabeza, el desacierto al acierto y Grecia, pletórica en defensa, sacó mucha más tajada de la que pensaba. No funcionó la ’heróica’.
El ’tridente’ Valerón-Raúl-Morientes, una vez más, no dio los resultados apetecidos, pero en esta ocasión con más nitidez que en otras ocasiones.
España, no obstante, tiene la fortuna de que tenía un margen de error y aún depende de sí misma para ser primera y clasificarse directamente para la Eurocopa. No obstante, ahora sí que no lo tiene y se hace imprescindible la victoria en Belfast el próximo miércoles.