PARÍS.- El polaco Robert Korzeniowski, "emperador de la marcha", logró en París su tercer título mundial de 50 kilómetros y su octava medalla de oro en alta competición con el envoltorio de un nuevo récord del mundo (3h36.03).
Nadie, en la historia de esta especialidad atlética, ha conseguido algo que se le parezca. Su avidez de oro es tal que sólo una vez de las nueve que ha subido al podio en grandes campeonatos lo hizo para colgarse un simple bronce (Gotemburgo’95).
El nuevo récord mundial lo ha batido sin proponérselo. "Me obligaron a hacerlo. No tuve más remedio que batirlo, si quería ser campeón mundial", explicó Korzeniowski al término de "la prueba más dura" de su vida. En los 12 últimos kilómetros marchaba a ritmo de récord y sin embargo el ruso German Skurygin le ganaba terreno.
Los de París serán los últimos Mundiales para Korzeniowski. En 2004, asegura, pondrá fin a su asombrosa carrera deportiva, al menos en el plano internacional.
Nacido en Lubaczow el 30 de julio de 1968, Korzeniowski tiene un cuerpo perfecto para la marcha. Mide 1,68 y pesa 60 kilos. Ni demasiado alto ni demasiado bajo, con el centro de gravedad a la altura idónea para mover sus piernas con fluidez y el torso poderoso para restar carga a sus extremidades inferiores.
Desde hace una década sus adversarios le consideran "un profesional de la marcha" dentro y fuera de la competición, capaz de llevar a cabo sus planes, pendiente del cronómetro, sin preocuparse de sus rivales.
En los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 vivió su momento más triste. Los jueces le descalificaron a la entrada del estadio cuando iba segundo, como él mismo se encargó de recordar al mexicano Bernardo Segura, expulsado después de llegar el primero a la meta en los 20 km. de los Juegos de Sydney.
Cuatro años después, en Atlanta, ganó el título olímpico de 50 km. y en Sydney 2000 no sólo revalidó su corona, sino que se anexionó también el reino de los 20 kilómetros, tras la insólita descalificación de Segura tras haber dado la vuelta de honor.
El doblete olímpico de Sydney fue un logro sin precedentes en la marcha mundial. Korzeniowski, que ya había sido campeón olímpico, mundial y europeo, se coronó emperador de la caminata con 32 años y todavía una larga carrera por delante.
Los Mundiales de Edmonton 2001 le ofrecieron la oportunidad de recuperar el título de 50 kilómetros que había perdido en Sevilla 1999 por descalificación y no la dejó pasar.
Lo tenía todo cuando llegó a París: tres títulos olímpicos, dos mundiales y dos europeos, además del récord mundial (3h36:39). Era difícil encontrar motivación para batirse por la medalla de oro, pero su enorme superioridad se impuso casi por inercia. Su ilusión está ya en los Juegos de Atenas donde, con 37 años, podría ganarse un retiro glorioso con su cuarto título olímpico.
Su prestigio le permite, según sus adversarios, disfrutar de una suerte de "inmunidad diplomática" frente a los jueces, mantenerse a salvo de la ruleta rusa de las descalificaciones. Hoy terminó los 50 km. con su hoja de avisos impoluta y desde los Mundiales de Sevilla 1999 nadie se ha atrevido a expulsarlo.
Vive en Cracovia, donde tiene una tienda de artículos deportivos que ha de regentar su esposa ya que él se pasa tres cuartas partes del año fuera de casa para competir o por razones de negocios. Habla inglés, francés y español y atiende con simpatía a cualquiera que habla con él. Es el tipo perfecto para hacer carrera en las grandes instancias del deporte mundial.