PARIS.- La mexicana Ana Gabriela Guevara ha agrandado su historia y ha escrito su página más brillante al proclamarse, por fin, tras muchos años de esfuerzo, campeona mundial de los 400 metros, es decir, la vuelta a la pista.
Guevara dio en el estadio de Saint Denis ese salto de calidad que se la presuponía por los antecedentes, y venció con una más que notable autoridad y un tiempo de 48.89, el mejor en esta temporada.
La mexicana dio un vuelco al podio de Edmonton ’01, ya que precedió a la jamaicana Lorraine Fenton, que repitió plata, y a la senegalesa Amy Mbacke Thiam, oro entonces.
Nacida el 4 de marzo de 1977 en la ciudad de Nogales, Sonora, Guevara es hija primogénita de Ana María, ama de casa, y de Octavio Guevara, dueño de un negocio de alarmas.
Una cicatriz en la espalda recuerda el accidente que sufrió con siete años cuando la atropelló un auto. Sus padres rememoran que fue una niña muy independiente y que llegó al mundo del deporte por la vía del baloncesto.
Sin embargo y pese a que el deporte de la canasta no se le daba nada mal, pues incluso llegó a ganar un campeonato estatal, decidió en 1995 cambiar desilusionada por no haber sido seleccionada para el equipo olímpico que iba a participar en Atlanta ’96.
Lo que perdió el baloncesto lo ganó el atletismo, deporte al que ha llegado a las más altas cotas. Pese a tener ofertas para irse a Estados Unidos el apego a su lugar de origen y a su familia la motivó para buscar su camino en su propio país, y cuando estudiaba la carrera de Ciencias de la Comunicación decidió dedicarse al atletismo.
Su estreno en competiciones de relevancia fue en la Olimpíada Juvenil de México ’96, en la que logró sus primeras victorias, en los 400 y 800 metros.
Ese mismo año, la sonorense compitió en los Campeonatos Iberoamericanos de Medellín (Colombia), donde fue sexta en los 400 metros y tercera en el relevo 4x400.
Su progresión la permitió participar en el Mundial Juvenil en Australia, donde fue duodécima. En 1997 corrió en la Universiada de Sicilia (Italia) y allí fue otra vez sexta.
No tardó en alcanzar resultados de relevancia al mayor nivel. En 1998 se colgó el oro de los 400 en los Iberoamericanos de Lisboa, donde venció con un crono de 50.65. En la capital lusa también venció en el relevo 4x400 y fue segunda en los 800.
El año de su despegue mundial fue 1999, sobre todo con su victoria en los Juegos Panamericanos de Winnipeg (Canadá) en los 400 metros, con un tiempo de 50.91, y buenos resultados en reuniones atléticas por Europa.
Llegó a Sevilla ’99 con ambiciones de meterse al menos en la final, pero su trayectoria quedó cortada, inesperadamente, en las semifinales, en las que fue sexta de su serie.
El año 2000 lo recordará por sus victorias en reuniones internacionales y por su presencia en los Juegos Olímpicos de Sydney, donde sí que estuvo en la carrera definitiva.
Guevara se presentó en la final con moral y ansias de podio, pero se tuvo que conformar con el quinto puesto. Ana Gabriela, desconsolada, rompió a llorar en la zona mixta. Quería más. Había perdido una gran oportunidad. Pero se ganó el respeto universal y un hueco en una prueba que volvió a dominar Cathy Freeman, la "reina de Sydney".
2001 ha servido a la mexicana para ratificar su puesto en la elite, que corroboró en Edmonton. Canadá se le da bien. Aunque no estaban mujeres como Freeman o la británica Katharine Marry, su medalla de bronce fue de lujo e hizo historia al ser la primera mexicana que se subía a un podio de un mundial.
Ahora, tras una trayectoria impecable, un par de años de éxitos irrefrenables, ha alcanzado la más alta cota deportiva, el baño dorado mundialista y por el que ha soñado y hasta sufrido durante tiempo.
Aquellos anhelos que han traido estos frutos se iniciaron cuando se entrenaba en las instalaciones del Centro Deportivo Olímpico Mexicano durante 1996. Sintió mucha nostalgia por ver a toda la delegación uniformada rumbo a los Juegos de Atlanta ’96.
"Fue en ese momento cuando me dije, Ana tú vas a ir a la próxima olimpíada", dijo esta joven que ya incluso antes de este éxito en Edmonton logró firmar un contrato suculento con una multinacional de prendas deportivas por cuatro años, por el que la compañía le entrega una cantidad económica y le proporciona material deportivo de todo tipo.
Ahora, con el oro del Mundial colgado al cuello, sueña con hacer lo propio dentro de tan sólo un año, en los Juegos de Atenas 2004. Será la oportunidad olímpica de la "reina de la vuelta".