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Philippoussis le dio el triunfo a Australia en Copa Davis

Jugando con un hombro lesionado, el australiano fue capaz de derrotar en cinco sets a Juan Carlos Ferrero, por 7-5, 6-3, 1-6, 2-6 y 6-0, y le regalo su victoria número 28 a su país en la máxima competencia de tenis por equipos.

30 de Noviembre de 2003 | 08:37 | EFE
MELBOURNE.- Con el hombro herido, sacando fuerzas de flaqueza y conteniendo el dolor, Mark Philippoussis resurgió de las cenizas, venció a Juan Carlos Ferrero en cinco sets y selló la victoria de Australia por 3-1 en la final de la Copa Davis.

En el duelo entre los dos números uno de ambas formaciones, Philippoussis se impuso a Ferrero por 7-5, 6-3, 1-6, 2-6 y 6-0 en tres horas y 13 minutos, y Australia ganó la Copa Davis por 28 ocasión, y aguarda a solo tres del récord de Estados Unidos, rompiendo el maleficio que caía últimamente entre los países que han albergado la final, pues hasta este fin de semana sólo dos de las últimas habían sido ganadas por el equipo local.

El partido fue vibrante, para guardarlo en vídeo y recordarlo. Pero solo los cuatro primero sets, porque en el quinto, después de haber reaccionado extraordinariamente tras perder las dos primeras mangas, Ferrero sintió demasiado la presión y se hundió ante el empuje de un Philippoussis herido.

Un factor desequilibró todo el fantástico duelo que se había mantenido hasta ese momento tras los cuatro primeros parciales. En ese punto, Philippoussis decidió marcharse al lavabo, y después solicitó tiempo para recibir masaje en el hombro derecho dolorido.

En total el juego estuvo parado casi ocho minutos y el más perjudicado fue Ferrero, que aunque también aprovechó ese intervalo para recibir masaje y aliviar sus calambres, estaba lanzado hasta ese momento y no fue capaz de mantener después el increíble ritmo que había marcado en el tercer y cuarto set.

Philippoussis salió decidido a ganar o perder pero siempre al ataque. Cometió en ese primer juego del quinto set dos dobles faltas (terminó con 16), pero conectó dos ’’aces’’ (acabó con 21). Prueba inequívoca que moriría o triunfaría atacando, al más puro estilo australiano.

Y su estrategia moribunda le surtió efecto, porque sus aproximaciones a la red, con bolas blandas, sembraron el terror en Ferrero, quien cedió el saque en el segundo y se encontró con un 3-0 abajo a continuación que se le hizo un abismo, un mundo.

Todo el trabajo del español se vino abajo en tan solo 23 minutos. Atrás quedó su espectacular ruptura en el segundo juego del tercer set, cuando por fin, tras una interminable agonía, logró quebrar el saque de Philippoussis por primera vez en todo el partido y a la séptima oportunidad en este juego, después de que ’’Scud’’ cometiera cuatro dobles faltas y conectara tres saques directos.

Antes, en el inicio del primer set, había tenido dos oportunidades para romper, pero Mark las conjuró. Quizás de haberlo logrado su mentalidad hubiera sido otra.

Con dos sets a cero Carlos Moyá se había asomado a la pista pensando que todo estaba acabado, pero ante esa reacción decidió regresar para volver a concentrarse y estar descansado por si era necesario luchar luego contra Hewitt.

Era el momento del valenciano, que gracias a que Philippoussis había bajado la velocidad de su saque (llegó hasta los 219 kilómetros por hora) lograba colocar su resto, y romper ahora con más alegría, llenando de orgullo al grupo de aficionados españoles que vibraban esperanzados, y contemplaban como el de Melbourne perdía su saque en el quinto y séptimo juego del cuarto set, mientras su rostro denotaba una terrorífica ansiedad.

Pero en el quinto el cambio fue radical. Dicen las viejas leyendas del tenis australiano, que ante cualquier español solo hay que sacar, subir y aprovechar la menor oportunidad para acercarse a la red. Que con eso basta para destrozarles. John Fitzgerald le recordó a ’’Scud’’ que había que jugarse el todo por el todo y le acompañó hasta la red con sus consejos.

A partir del 3-0, Philippoussis creyó en sí mismo más que Ferrero. Lógico, pues de pasar a ser el villano se convertía de golpe en el héroe de Australia. Así llevó contra las cuerdas al campeón de Roland Garros que salvó dos puntos de partido con su servicio en el sexto juego, pero al tercero un globo del valenciano se quedó corto y ’’Scud’’ clavó su remate, con rabia, para acabar tendido en el suelo llorando de alegría, mientras que su padre Nick le imitaba desde la grada.

Una vez más el gigante de Melbourne daba la victoria a su país, como sucedió en la final de 1999 contra Francia en Niza.

En la ceremonia de entrega, Jordi Arrese no pudo por menos que agradecer a los aficionados españoles su coraje y su apoyo. ’’Habéis sido unos 200, pero os habéis hecho notar más que los 15.000 australianos’’, dijo, ’’hemos jugado contra un gran equipo como Australia en las condiciones más adversas y se nos ha escapado la Copa Davis solo por pequeños detalles’’.
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