SANTIAGO.- No se puede culpar a Marcelo Espina por haberse despedido irónicamente de la hinchada loína tras el empate de Colo Colo. Lo suyo no fue más que una prueba de que no todos quieren erradicar las escenas de violencia que se vivieron posteriormente en el recinto calameño.
A horas -el viernes- de la posible habilitación del estadio Monumental para la segunda final del torneo de Clausura, el ambiente no pudo dejar peor sabor para la esperada liberación del histórico recinto albo.
Porque si bien no se puede culpar al trasandino de todo lo que sucedió, su acción no hace más que ratificar las estimaciones del juez a cargo de los hechos de violencia en los estadios, Sergio Muñoz.
Tras el pitazo final del árbitro Carlos Chandía el volante albo se mufó. Fernando Cornejo fue a acelerar su retirada, Espina lo desoyó y el capitán loíno le soltó un golpe.
La chispa. La necesaria chispa que esperan todos los mal llamados hinchas del fútbol para extender su manto de violencia sobre las canchas. Y, en sus alteradas mentes, la revancha era justa. Cierto o falso, el protagonismo se le arrebató a los actores vestidos de corto y pasó a las comisarías, a los piedrazos y las fuerzas especiales.
De más está decir que varios locales también cayeron en el jueguito. Atacaron a Silvio Fernández, mientras Nelson Tapia y Jaime González dieron prueba de su conocimiento de las artes marciales, cual ejemplo para los fanáticos y sus bolsillos llenos de piedras.
Y si de ejemplos se habla, la reacción destemplada de Iván Zamorano y Marco Villaseca en la final del Apertura no lo hace mejor.
Con esto, el gran ganador no fue otro que los acreedores de la Inmobiliaria Estadio Monumental. Mayor razón para vender, total, la intendencia no será capaz de habilitar el recinto en las condiciones que se señalan.
Porque en Macul, si no es Espina, pueden aparecer otros. Si pierde Colo Colo, mejor ni hablar, se sumarán cientos. Y quizás lo del trasandino sólo es la prueba de que no todos quieren erradicar estas situaciones.
Y mientras sea así, no hay santo al que encomendarse.