MELBOURNE.- Sin jugar un tenis excesivamente espectacular, el suizo Roger Federer clasificó por segunda vez en su carrera a la final del Abierto de Australia tras dejar fuera de combate al alemán Nicolas Kiefer por 6-3, 5-7, 6-0 y 6-2 en dos horas y 40 minutos.
Federer, campeón en el 2004, se enfrentará en la final con el sorprendente chipriota Marcos Baghdatis, 54° del mundo, quien derrotó ayer al argentino David Nalbandian por 3-6, 5-7, 6-3, 6-4 y 6-4.
El suizo partirá como gran favorito ante Baghdatis, al que ha ganado en las tres veces anteriores en las que se han enfrentado, y cediendo únicamente un set en todas ellas. Lo hizo en el Abierto de Estados Unidos en 2004 y luego en estas mismas pistas el año pasado. El último enfrentamiento tuvo lugar recientemente en los cuartos de final de Doha, con victoria del helvético por 6-4 y 6-3, donde al final se hizo con el título.
Kiefer jugó un gran partido, muy agresivo sabiendo que la única oportunidad de doblegar a la estrella suiza es presionando al límite. Para eso no dudó en forzar mucho con su saque (logró 14 aces), pero cometió siete dobles faltas, dos de ellas seguidas en el cuarto juego del primer set, lo que le costó ese parcial después.
El hombre que más dinero tendrá que pagar en multas este año en Melbourne (6.000 dólares) no se vino abajo, a fin de cuentas era su primera semifinal en un Grand Slam después de 35 intentos. Así en el segundo set forzó sus golpes al máximo, en busca de la primera victoria ante el número uno del mundo desde que le derrotase en la final de Halle en hierba en el 2003. Desde entonces Kiefer ha encajado siete derrotas seguidas con la de hoy.
Ese pundonor llevó al germano a apuntarse el segundo set en 56 minutos gracias a una ruptura en el duodécimo juego. Kiefer seguía la tónica de sus duelos contra Federer, pues fue el único jugador que le arrebató un set el año pasado en Wimbledon, y luego repitió en el Abierto de Estados Unidos.
Pero su error fue pensar entonces que había ganado ya el partido. Su euforia significó un desastre. Federer, enrabietado, ganó después el tercero en blanco, en 25 minutos, y siguió con el pistón al rojo vivo en el cuarto.
El alemán aguantó el vendaval de golpes como pudo, gracias a una admirable rapidez de movimientos que ya exhibió en su partido anterior contra el francés Sebastien Grosjean. Salvó dos bolas de partido en el séptimo juego con su servicio y una más al siguiente con el de Federer, pero no pudo con la cuarta.