FRANKFURT.- Conseguir una entrada para presenciar un partido del Mundial de Alemania 2006 es algo practicamente imposible, están casi agotadas. Del total de 3,07 milones de boletos se han colocado en el mercado 2,6 millones. "Necesitaríamos 30 millones para complacer a la demanda", reconoce satisfecho el vicepresidente del Comité Organizador, Horst R. Schmidt.
La situación podría generar cierta tranquilidad en el seno del Comité Organizador, de no ser por el 20 de abril, un día que podría ser nefasto para las aspiraciones perfeccionistas de los anfitriones.
Para ese día se espera el veredicto del Juzgado de Primera Instancia de Frankfurt sobre el polémico sistema personalizado, impuesto por primera vez en la venta de boletos para un torneo de esta envergadura.
En caso de darle la razón a un aficionado alemán residente en la ciudad de Essen, los jueces podrían permitir el libre intercambio de entradas y autorizar la venta indiscriminada por particulares, algo hasta ahora vedado.
Franz Beckenbauer, el omnipresente titular del Comité Organizador, reconoció el problema hace tiempo y teme que siga latente: "El tema nos perseguirá hasta el último minuto y creo que tendremos tranquilidad apenas cuando el árbitro pite el inicio de la final el 9 de julio", reconoció el ex jugador hace ya un año, cuando empezaron las quejas y las protestas de agrupaciones de defensa al consumidor y llegaron a los estrados de la justicia.
Hace más de un año, en la madrugada del 1 de febrero de 2005, se abrieron las puertas del portal en Internet de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociado) al pedido de reservas de entradas, para el que los interesados debían declarar gran cantidad de datos personales.
La idea era complicar de esta manera el acceso a los estadios de "hooligans" ya identificados. Aquella primera etapa se cerró dos meses después y como la demanda sobrepasó con creces la oferta de 812.000 entradas, los codiciados boletos fueron sorteados.
Pero inmediatamente se alzaron las voces de alarma ante la denuncia de manipulación. El Comité Organizador vetó 2,3 millones de solicitudes provenientes de los Estados Unidos. Los únicos satisfechos fueron los 208.455 interesados que resultaron agraciados en el sorteo.
Sucedió entonces algo que los organizadores querían evitar a toda costa, ya que el objetivo del sistema personalizado era el de impedir toda actividad en el mercado negro de la reventa. Las entradas personalizadas comenzaron a ser ofertadas en internet, sobre todo en bolsas de remate electrónicas.
Los organizadores reaccionaron advirtiendo que el traspaso de los boletos individuales era ilegal y que por lo tanto iban a perder su validez. Esta disposición es precisamente la que llevó a los tribunales el ciudadano de Essen.
El Comité Organizador enfrentará un problema mayúsculo en caso de que los jueces le den la razón. Hará superflua la bolsa oficial de intercambio que empezará a funcionar el 20 de marzo en el portal de la FIFA y eliminaría de hecho la individualidad de las entradas.
"Vamos a seguir luchando contra el mercado negro y haremos lo imposible para evitarlo y para ello confiamos en la decisión del juzgado de Frankfurt", dice Schmidt.
Beckenbauer defiende la ilusión de "organizar un torneo que pueda ser presenciado por todo el mundo". Algunos podrán hacerlo, pero la mayoría de los interesados quedará fuera de los estadios.
La última esperanza para los que hasta ahora vieron frustrados sus intentos de hacerse de un boleto es la última fase oficial de ventas, que empieza el 1 de mayo y concluye con el Mundial. A partir del 15 de mayo se abrirán además boleterías en las doce sedes en las que se podrán adquirir los restos de los boletos aun disponibles.