MADRID.- El Valencia y el Real Madrid igualaron hoy sin goles en un partido correspondiente a la vigesimoséptima jornada de la Liga española en el que Ronaldo vivió otra noche negra, al quedarse en la suplencia y al errar un penal en el último minuto.
En otros tiempos, el duelo entre ambos equipos siempre ofreció altas dosis de emoción y entrega, creando partidos vibrantes. Pero Mestalla asistió a un encuentro indigno del segundo y tercer clasificado.
La jugada decisiva llegó en el instante final, cuando Ronaldo, que fue suplente, provocó un penal que luego tiró a las manos de Santiago Cañizares. Tras este desenlace, el empate deja al Valencia y al Real Madrid a nueve puntos del Barcelona, el líder, que mañana juega ante el Osasuna.
Juan Ramón López Caro, el técnico madridista, volvió a ofrecer motivos para el debate al dejar en el banquillo a Ronaldo, Antonio Cassano, Robinho e Iván Helguera. Una nueva revolución en la alineación y pocos resultados apreciables.
El único hecho destacado antes del descanso llegó a los 25 minutos y tuvo poco que ver con el juego y mucho con el árbitro. David Villa y Alvaro Mejía cayeron en una lucha por el balón y Sergio Ramos lo tomó en el área madridista tras asegurar que escuchó el sonido del silbato. Mejuto González señaló falta de Villa ante la incredulidad general, como si quisiera exculpar la acción de Ramos. Una jugada tremendamente confusa y llena de polémica.
El decorado no cambió significativamente en la segunda parte. Si acaso, el Real Madrid tuvo más el balón que un Valencia escasamente ambicioso y que, seguramente, perdió una buena oportunidad de machacar a un rival que atraviesa una profunda crisis.
El Real Madrid tuvo una gran ocasión a los 65 minutos, cuando Zinedine Zidane templó un balón hacia el punto del penal, donde Julio Baptista remató y obligó a Cañizares a sacar una buena mano.
Ronaldo había ingresado en el campo cinco minutos antes y tras una actuación gris reclamó su cuota de protagonismo al final, cuando se quedó solo delante de Cañizares y el portero valencianista lo derribó. El brasileño asumió la responsabilidad y tiró muy blando, facilitando el trabajo de Cañizares, un consumado especialista en este arte.