Sabatini y Graf animaron brillantes duelos en la década de los '90.
APMADRID.- La estadística dice que ganó "sólo" un Grand Slam y que fue "sólo" número tres del mundo, pero no son las cifras la mejor vara para medir a la argentina Gabriela Sabatini, fenómeno del tenis de los ’80 y los ’90, niña prodigio que hizo época en el deporte femenino.
Diez años después del prematuro retiro de la mejor jugadora argentina de todos los tiempos, algunos enigmas comienzan a aclararse: la propia Sabatini admite que le faltó "coraje", y sus colegas de entonces elogian tanto su personalidad y juego como remarcan su endeblez anímica.
"Sí, tendría que haber tenido un poco más de coraje", dijo Sabatini durante una entrevista con DPA. "Nunca entendí lo que hacía, podría haber llegado mucho más lejos", aseguró a la legendaria Martina Navratilova. "Ella era fantástica, pero ¡parecía sentir tanta presión todo el tiempo!", recordó la estadounidense Lindsay Davenport, ex número uno del mundo.
Sabatini, nacida el 16 de mayo de 1970, saltó a la fama entre 1983 y 1984, cuando de prometedora juvenil se transformó de un momento para otro en estrella del circuito. En 1985 fue la semifinalista más joven de Roland Garros, con 15 años y tres semanas de edad. Sumó 27 títulos -entre ellos un US Open y dos Masters- y conquistó la plata olímpica en Seúl 88.
Pero su grandeza pasó por otro lado. Cuando comenzó a jugar aún estaban en primera línea Navratilova y Chris Evert. Antes de retirarase tuvo tiempo de enfrentar dos veces a Martina Hingis. Y entre esos dos extremos jugó con todas y derrotó a todas: a Monica Seles, a Jennifer Capriati, a Davenport, a Arantxa Sánchez Vicario. Y, sobre todo, a Steffi Graf, su gran rival, el gran muro que le impidió llegar más lejos.
Ninguna jugadora derrotó tantas veces a Graf -11- ni jugó tantas veces contra la alemana -40 en total-. Era un clásico que contraponía la ambición de Graf por ganar cada punto, cada partido, con la volatilidad del juego de Sabatini, capaz de lo mejor y de lo peor en un mismo encuentro. Era el duelo de la fría e impiadosa rubia del norte contra la misteriosa y a veces frágil morena del sur. Era el revés con slice contra el revés con top-spin. Era de lo mejor que había ofrecido el tenis femenino en mucho tiempo.
Sabatini logró mucho, mucho más que lo que alcanzan la mayoría de los deportistas. ¿Pero pudo haber hecho más? Sí, sin dudas. Lo dice Navratilova, lo dice Sánchez, lo dice Davenport. Y lo dice -más importante- la propia Sabatini: "Tendría que haber aprovechado muchísimo más mi juego".
"Hay momentos en la vida en los que tienes que arriesgar y ser decidida, porque en este deporte arriesgas o no ganas. A lo mejor debió haber arriesgado un poco más", dijo Sánchez, una jugadora que llegó a perder 6-0 y 6-0 con Sabatini para ocho años después conquistar el número uno que no pudo atrapar la argentina, un número uno del que Sabatini estuvo dos veces a apenas dos puntos.
Pero el tenis es pasado ya desde hace una década para la argentina, que tiene ahora un nuevo desafío: formar una familia.
Era aún una adolescente, pero ya repetía una y otra vez: "Quiero casarme y tener hijos". Hoy tiene 36 años, el peso de una fama que aún aprieta, y la decisión de hacer, por fin y siempre, lo que su corazón le marque: "Pienso que hoy puedo estar lejos de casarme, pero que mañana puedo estar muy cerca. Siento que es algo que se puede dar en cualquier momento y puede cambiar totalmente mi situación".