MADRID.- En abril, el Villarreal tenía a medio mundo a sus pies tras alcanzar las semifinales de la Liga de Campeones con un fútbol de alto nivel. Siete meses después, el cuadro amarillo navega por aguas mucho más profundas, envuelto en un conflicto entre el entrenador y su estrella que amenaza con arrastrarlo hasta el fondo.
El técnico chileno Manuel Pellegrini y el mediocampista argentino Juan Román Riquelme están manteniendo un pulso de poder. En el trasfondo se revela una vieja cuestión futbolística: ¿Hasta dónde debe llegar la permisividad de un entrenador con su estrella?
Riquelme está considerado como la piedra angular que permitió al modesto club de una localidad mediterránea de 45.000 habitantes codearse con los mejores equipos de Europa. El argentino encontró además el cariño y la comodidad que no había recibido en su gris paso por el Barcelona y correspondió con buen juego y goles.
En Villarreal lo trataban a cuerpo de rey. Se perdonaban sus retrasos en los entrenamientos y obtenía permisos cuando lo deseaba para viajar a Argentina a visitar a su familia.
Sin embargo, esta temporada Riquelme se muestra apático, letárgico y pasado de peso. Nadie sabe exactamente qué pasa por su cabeza, aunque varios sucesos en los últimos meses afectaron sin duda su ánimo y desataron los rumores sobre su posible regreso a Boca Juniors.
El declive comenzó cuando erró un penal en el último instante en las semifinales de la Liga de Campeones. De haberlo anotado, su equipo habría forzado la prórroga y podría haber pasado a la final.
La cuesta abajo continuó en el Mundial. Estaba llamado a liderar a Argentina hacia el título, pero se marchó en cuartos de final cabizbajo y sustituido ante Alemania.
El tercer mazazo se lo asestó él mismo al renunciar a la selección, alegando las presiones que sufría su familia en Argentina cada vez que se vestía con la "albiceleste".
Cuando arrancó la nueva temporada con el Villarreal, fue evidente que el rendimiento de Riquelme no era el mismo. Pero tanto Pellegrini como el presidente, Fernando Roig, callaron y esperaron. Su paciencia, sin embargo, se fue poco a poco acabando.
El límite, al parecer, se alcanzó en la tradicional cena de todo el equipo antes de las fiestas navideñas. Riquelme llegó tarde y se marchó antes que los demás, sin intercambiar una palabra con sus compañeros, cuerpo técnico o dirigentes.
"Si Riquelme no cumple tendrá problemas conmigo", explotó Roig. Pellegrini ya manifestó al club su descontento con la actitud del futbolista, que según él no se entrena al cien por ciento, tiene una actitud negativa e incluso rechaza pesarse antes de los entrenamientos como el resto de sus compañeros.
Las horas podrían estar contadas para Riquelme en Villarreal, y no sólo por su actitud. Su contrato expira en junio, una fecha en la que el club valenciano no recibiría nada por su marcha. Si lo traspasa en la reapertura del mercado de fichajes de enero, además de extirpar el problema cuanto antes podría obtener un ingreso inesperado.
Sin embargo, el factor del público podría revertir la situación: Riquelme es venerado en Villarreal, y su venta podría causar una pequeña revolución. Roig y Pellegrini tienen que decidir qué hacer con el capitán de su "submarino".