BARCELONA.- El español Rafael Nadal (2°) disputará su tercera final del Godó consecutiva, donde le espera el argentino Guillermo Cañas, tras derrotar hoy en semifinales a su compatriota David Ferrer (7-5 y 6-1), en una hora y 35 minutos de partido.
Con esta victoria, Nadal supera al suizo Roger Federer en la clasificación de la Carrera de Campeones, ránking que establece la ATP a partir de los puntos obtenidos en los torneos de la temporada.
El bicampeón de Roland Garros tendrá mañana en Cañas, el último obstáculo para conquistar su duodécimo título seguido en tierra batida.
El principal favorito para llevarse el torneo cumplió con los pronósticos y encadenó su victoria número 71 en tierra, ante un Ferrer que puso en apuros a su rival en el primer set, pero que acabó bajando los brazos en la segunda manga ante la clara superioridad del mallorquín.
Jugar contra Nadal es una cuestión de distancia y de ritmo. Si se deja al manacorense tomar la distancia a la pista e imponer su ritmo, al final el adversario revienta.
Ferrer reventó, pero no en el primer set, que jugó con mucha intensidad, gran acierto y sumo criterio hasta que Nadal despertó con el 5-5.
Hasta ese momento, el alicantino plantó cara a Nadal. Perdió el servicio en el primer juego, recuperó la rotura en el siguiente y siguió jugándole de tú a tú durante casi una hora.
Nadal no encontraba la forma de hacer daño a Ferrer, que pegaba largo, se defendía bien y no dejaba que su rival se metiera en la pista, pero el alicantino cedió inesperadamente el servicio en el undécimo juego y dejó escapar el primer set (7-5).
Si ganarle una manga a Nadal en tierra ya es complicado, robarle dos parece una tarea casi imposible, y eso debió pensar Ferrer, consciente de que acababa de jugar sus mejores bazas y, pese a ello, la primera mano ya la había perdido.
El de Jávea ganó su saque en el primer juego del segundo set, pero ahí acabó todo, porque la respuesta de Nadal fue hacerle seis juegos seguidos.
El número dos mundial, con el marcador ya a favor, se fue entonando poco a poco para acabar desplegando todo su repertorio de golpes, y Ferrer, sin saber cómo, pasó de llevar la iniciativa en algunas fases del encuentro a correr detrás de la bola como un poseso.