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Así vivió Liverpool la final de la Champions League

Las calles de la ciudad estaban inundadas por una gigantesca marea roja que se multiplicaba a cada momento y se estacionaba en los distintos bares que mostrarían por televisión la esperada final.

23 de Mayo de 2007 | 19:27 | Jorge Díaz Salinas desde Inglaterra, El Mercurio Online
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No faltó el hincha inglés que vistió la camiseta de Mark González.

Jorge Díaz Salinas

LIVERPOOL.- Faltaban más de siete horas para el inicio del partido y Liverpool entero ya estaba preparado para la fiesta. Las calles de la ciudad estaban inundadas por una gigantesca marea roja que se multiplicaba a cada momento y se estacionaba en los distintos bares que mostrarían por televisión la esperada final de la Champions League entre los "Reds" y AC Milan en Atenas.


Pero había un punto de encuentro especial en una zona copada de bares que en ese sentido podría asemejarse a lo que en Santiago es el barrio Suecia. En ese lugar cientos de fanáticos –hombres y mujeres- cantaban y gritaban felices y entusiasmados bebiendo alcohol bajo la atenta mirada de la policía que sólo fue un espectador más: no hubo desórdenes ni detenidos.


Corría el tiempo y ya faltaban cerca de tres horas para el partido. Entre toda esa masa de camisetas rojas se hacían frecuentes los números 8 y 23 con los apellidos Gerrard y Carragher, respectivamente, los dos héroes de la afición y quienes junto al entrenador Rafael Benítez eran los principales destinatarios de los cánticos de la hinchada. Así también era posible encontrar una que otra camiseta que en la espalda llevaba escrito el 11 de Mark González, haciendo recordar que el camino a la final de Atenas también había sido pavimentado por el chileno que se matriculó con un agónico gol ante el Maccabi Haifa en el primer partido de la competencia.


Menos de una hora para el pitazo inicial y la masa se disolvía. No habrían pantallas gigantes en la calle ni en el estadio por lo que había que asegurarse un lugar en los repletos bares aledaños.


Diez minutos antes y el cántico "You’ll never walk alone" se hace ensordecedor. Sigue avanzando el tiempo, la transmisión muestra a los equipos entrando a la cancha y la locura se desata. "Come on Steve", le gritaban a Gerrard. Siguen avanzando y muestran la Copa, la famosa “orejona” mientras las caras de ilusión de los fanáticos la miraban haciendo fuerzas para traerla nuevamente como en el 2005.


Se hace el sorteo y mientras la cámara enfoca en primer plano a Maldini, al unísono los gestos con los dedos y los gritos no muy amables se hacen eco contra el capitán italiano. Pocos segundos después todo eso se cambia por aplausos cuando la siguiente imagen corresponde a Gerrard.


Comienza el partido y mientras el reloj avanzaba los gritos se hacían más fuertes. Liverpool controlaba el balón, manejaba el partido y se creaba las opciones de gol; no eran muy cercanas pero era suficiente para que la ilusión se apoderara del local y los gritos no cesaran mientras los vasos y latas de cerveza corrían de un lado a otro.


Pennant los prendía a todos con sus avances por la derecha que generalmente creaban peligro; Kuyt se llevaba los aplausos corriendo todas las pelotas mientras Gerrard y Carragher sólo con ser mostrados en pantalla se llevaban gritos de apoyo, lo mismo con Rafael Benítez quien es definitivamente adorado por los hinchas.


Minuto 45. Kaká es derribado por Xabi Alonso cerca del área y a pesar de que los cánticos no pararon se notaron varias caras de preocupación. Pocos instantes más tarde Inzaghi provocó el primer silencio de la tarde que duró varios segundos. Terminaba la primera parte y había que ir al bar a recargar las energías porque la esperanza no estaba perdida.


Comienza el segundo tiempo y no hay cambios. Los cánticos a Rafael Benítez aumentan como si así pudieran iluminar al entrenador para que hiciera alguna modificación milagrosa que diera vuelta la historia. Primero fue Kewell –ovacionado- y luego Peter Crouch –poco antes del final-. No había indicios de Mark González.


Minuto 81 y Filippo Inzaghi provoca el segundo silencio. Esta vez fue más largo y más profundo. Comenzaron algunos llantos que 120 segundos antes del final del tiempo reglamentario cambiaron con el gol de Kuyt que abrió una pequeña esperanza en los fanáticos que volvieron a cantarle a su equipo y esta vez con más fuerza hasta que terminó el encuentro.


No fue suficiente, esta vez a Liverpool le tocó masticar el sabor de la derrota y la alegría que inundaba las calles pocas horas antes era reemplazada por una sensación de tristeza y rostros llorosos que desde la banca Mark González nada pudo hacer para cambiar.

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