PARÍS..- La victoria del suizo Roger Federer en la final del Masters Series de Hamburgo sobre Rafael Nadal ha dado un giro inesperado a las expectativas para el Roland Garros que comienza mañana en París, donde el tenista español, auténtico dominador de la tierra durante dos años, salvo “el incidente alemán,” intentará sumar su tercer triunfo consecutivo.
De haber ganado Nadal el torneo hamburgués el guión previsto sobre tierra estaría más cerca de cumplirse, pero ese triunfo del helvético ha supuesto más expectación que nunca para el Grand Slam de tierra, que, ahora sí, se ha convertido en una lucha sin cuartel por un título que ambos tenistas desean por razones diferentes.
Para los dos, el Abierto de Francia supone un reto. De ganar Nadal se convertiría en el primer jugador que logra el triplete consecutivo desde Bjorn Borg, aunque el sueco lo ganó cuatro años seguidos (1978-81) y otros dos antes (1974-75), mostrándose como el jugador más fuerte en tierra de la historia.
Un triunfo esquivo
Federer necesita este título porque sabe que si quiere prevalecer sobre el resto de los jugadores que han pasado a la historia es totalmente necesario para él ganar la corona francesa, al menos una vez, salvándose de la deshonra que supuso no hacerlo para los estadounidenses Pete Sampras y John McEnroe o el alemán Boris Becker, entre otros.
El suizo, además, encadenaría los cuatro grandes seguidos (Wimbledon y Abierto de Estados Unidos en 2006 y Abierto de Australia 2007), con lo que cerraría su Grand Slam particular y dejaría abierta la posibilidad de cumplir en esta temporada con el compromiso más importante de este deporte, ganar los cuatro grandes el mismo año natural, algo que sólo han logrado dos jugadores: el australiano Rod Laver, dos veces (1962 y 1969), y el estadounidense Donald Budge (1938).
Federer se siente fuerte tras conseguir en Hamburgo el quinto título sobre tierra batida de su carrera. Feliz, tras resolver con éxito lo que él mismo calificó de “semana de locura,” cuando despidió a su entrenador, Tony Roche, y con una gran moral sobre todo por haber batido a Nadal y lograr su primera victoria ante él en arcilla, lo que supuso detener en 81 los triunfos seguidos del español en esta superficie.
Además es el momento idóneo, pues tiene 26 años y todavía sus fuerzas pueden mantenerle en la lucha. Tanto, que arriesga al acudir a Roland Garros y Wimbledon sin técnico y con la intención de ganar ambos.
El suizo es consciente también de que el camino se ha abierto no solo para él, sino para otros jugadores que supuestamente ahora encararán los duelos contra Rafa sin tanto complejo. Pero falta saber la respuesta del español cuando pise de nuevo la arena de París.
"Ha sido una derrota más mental que física,” ha dicho recientemente su tío y entrenador Toni Nadal.
“Rafa estaba agotado de concentrarse varias semanas y con la presión de ganar cada vez,” añadió.
Algo lógico si se supone que ha defendido con éxito sus títulos de Barcelona, Montecarlo y Roma, además de ganar en Indian Wells en la temporada de pista dura americana.
Liberado ahora de esa extrema tensión y habiendo perdido contra alguien por el que todos muestran un respeto casi celestial, es necesario conocer si Nadal se ha despejado, y si en esos pocos días de descanso que ha tenido ha recuperado la frescura en su juego y la confianza para mostrarse de nuevo indestructible. Lo lógico es que el potencial que atesora, a punto de cumplir 21 años, explote de nuevo, con su rabia habitual.
Los otros también sueñan
Este duelo singular casi ha oscurecido al resto de los posibles favoritos, como el serbio Novak Djokovic, ganador en Adelaida, Miami y Estoril, o el argentino Guillermo Cañas, triunfador en Costa do Saupie y el único que ha sido capaz de ganar a Federer dos veces esta temporada.
Finalista en Barcelona este año, donde sólo cedió ante Rafa Nadal, “Willy” alcanzó los cuartos de París en 2002 y 2005 y, si su físico se lo permite, puede ser un rival temible en tierra, al igual que el chileno Fernando González, que tras ser finalista en el Abierto de Australia demostró sus trazas de terrícola al alcanzar la final de Roma.
Roland Garros vivirá este año su primera edición de la igualdad en premios entre hombres y mujeres, algo que debería ser un aliciente para las jugadoras que tanto han luchado por este reconocimiento.
Las más fuertes para lograr el título que defenderá por segunda vez consecutiva la belga Justine Henin parecen ser las serbias Ana Ivanovic, ganadora en Berlin, y Jelena Jankovic, en Roma, ambas verdugos en dichas finales de la rusa Svetlana Kuznetsova.
Henin se ha hecho con los triunfos de Dubai, Doha y Varsovia, y recientemente ha sido semifinalista en Berlín. Con 22 victorias esta temporada y sólo tres derrotas, la de Lieja aspira a convertirse en la primera jugadora en ganar tres veces consecutivas Roland Garros, desde la yugoslava Monica Seles (1990-92).
París también vivirá el regreso de la estadounidense Serena Williams, ganadora en 2002, ausente en las dos últimas ediciones, y que volvió a saborear este pasado enero de las mieles de ganar un Grand Slam en el Abierto de Australia.
La menor de las Williams ha ganado también en Miami y ha sido cuartofinalista en Roma. Quizás su preparación en tierra no ha sido como ella misma esperaba, pero al triunfar en Melbourne en enero dejó claro que su objetivo este año era Roland Garros.