Fernando González no pudo hacer nada con el juego de Rafael Nadal.
EFE
SANTIAGO.- Fue demasiado. En ni uno solo de los 114 minutos que duró el duelo entre Fernando González (14°) y Rafael Nadal (1°) el chileno logró poner en entredicho la ventaja del español.
El número uno del mundo tuvo un arranque arrollador, poniéndose 3-0 en pocos minutos. El tenista nacional apeló al coraje, como lo haría en todo el encuentro, devolvió el quiebre y podía igualar si mantenía su saque. Pero lo perdió otra vez y en adelante debió bregar con el marcador siempre en contra.
Lo de Nadal este lunes en una colmada Rod Laver Arena no fue impresionante por un juego extraordinario en golpes o piruetas. No es efectismo, es jerarquía. Absolutamente concentrado, el mallorquín apenas dio espacio para que el de La Reina amenazara su paso a cuartos de final.
La muestra está en los errores no forzados: mientras González los acumulaba hasta llegar a 35, el hispano -que busca su primer título en Australia y no ha cedido un solo set- apenas concedió 11.
Y no es que el chileno haya tenido una mala tarde: metió mas aces y tuvo la misma efectividad con el primer servicio, pero no concretó las escasas opciones que gozó. El juego casi infalible de Nadal y el desgaste físico por las extenuantes jornadas pasadas le pasaron la cuenta hasta exasperarlo en cierto momento del partido. No se veía por donde.
Tuvo un espacio González para ilusionarse con lo que parecía imposible. Luego de que Nadal abrochara los dos primeros sets por 6-3 y 6-2, el número uno nacional encontró recompensa al espíritu de lucha que mostró a lo largo del choque y llegó a estar 3-0 con un quiebre de ventaja. Hasta un ceacheí brotó de las tribunas.
Sin embargo, Nadal no dio más licencias. Equiparó el marcador y apenas entregó un juego más para cerrar el partido en 6-4. Repitió el triunfo de la final olímpica en Beijing, no permitió una derrota como la que sufrió en cuartos de final del mismo Grand Slam en 2007 frente al chileno y avanzó con tranquilidad a cuartos de final, donde lo espera el francés Gilles Simon.
González se limitó a agradecer con resignación los aplausos que igual le brindó el público en Melbourne y se retiró de la cancha. No había nada que hacer.