SANTIAGO.- Si la tecnología que mide la distancia recorrida por los jugadores durante los 90 minutos se preocupara también de los entrenadores, Jorge Sampaoli se habría anotado con un par de kilómetros tras el infartante triunfo de la Universidad de Chile sobre Colo Colo.
Es que el técnico de los azules no paró de caminar. Ni un segundo quieto ni sentado. Primero con los brazos cruzado, mirando el pasto, luego cuando empezó el partido no dejó de mirar a sus pupilos. Se demoró 10 segundos en gritar el primer "apreten". Quería que su estilo ofensivo no cambiara en su primer Superclásico. El que más recibió instrucciones fue, sin duda, Eduardo Vargas.
Cuando iban cerca de diez minutos, el argentino demostró que las mañas no son sólo de Américo Rubén Gallego. Recordando que en el duelo ante Palestino, que se jugó sin público, sus instrucciones fueron captadas por los micrófonos ambiente, esta vez quiso evitar que palabras desafortunadas llegaran a los televidentes. Por eso, sutilmente, caminó hacia los micrófonos cerca del banco de suplentes y les pegó un "puntente" para que quedaran mirando hacia otro lado.
Avanzaba el encuentro y Sampaoli estaba metido. Concentrado. Mientras movía las manos parecía querer controlar a sus jugadores como si fuesen marionetas. A los 25 minutos, Eugenio Mena tuvo la apertura de la cuenta, pero le pegó muy fuerte y alto; el DT explotó: saltó, se tomó la cabeza y se dio vuelta hacia la hinchada como buscando alguna explicación.
Mientras le reclamaba una vez más al juez de línea Francisco Mondría por alguna supuesta falta cayó el gol de Ezequiel Miralles. Su reacción inmediata fue agachar su cabeza y, obvio, caminar. Caminar, caminar, caminar...
En el duelo de cambios contra Gallego, por supuesto que salió victorioso. Eso, exclusivamente porque hizo ingresar a Diego Rivarola, el héroe de la jornada en Ñuñoa. El tanto del argentino, a diferencia del penal concretado por Gustavo Canales, el técnico lo gritó con el alma. Se abrazó con toda la banca y empuñó sus dos manos. Ese mismo gesto fue el que hizo cuando el árbitro dio por terminado el partido y caminaba, solo, rumbo a camarines.
Toda la energía gastada por Sampaoli por sus eternas caminatas tuvo de premio un triunfo agónico, los tres puntos y la alegría de ganar el primer Superclásico que disputo. Al final, en la zona mixta, el presidente de Azul Azul, Federico Valdés, no se aguantó, tomó al estratega y lo abrazó con fuerza mientras le agradecía al oído.
Los 90 minutos de indignación de Gallego
Intenso fue el partido que vivió Américo Rubén Gallego, su primer Superclásico desde que asumió la banca de Colo Colo.
La ansiedad se notaba en el entrenador desde el inicio. Gallego asomó por la cancha del Nacional varios minutos antes que su plantel titular y desde el primer minuto lo miró de pie desde el borde de la cancha.
Desde ahí protagonizó 90 minutos de gestos, indicaciones y gritos hacia sus jugadores, y también contra el juez del partido Enrique Osses, especialmente luego que cobrara el inexistente penal a favor de la U.
Pero el principal blanco de sus molestas expresiones fue para uno de los suyos: Cristóbal Jorquera sacó de quicio al DT argentino, al punto de decidir su reemplazo a la media hora del partido.
Fueron momentos de confusión en la banca alba. Tras varios minutos de instrucciones y reclamos cada vez que el 10 perdía el balón, Gallego mandó a calentar a José Luis Cabión y Lucas Wilchez, decidiéndose por el primero. Cuando la sustitución estaba lista, se arrepintió. Jorquera tenía un par de minutos para recomponerse, pero un contragolpe que se diluyó en sus pies colmó la paciencia del DT. Como lo tenía cerca, le levantó la voz y gesticuló indignado. Dio media vuelta y ordenó el cambio, ayudado también por la lesión que sufrió el creativo albo.
Además, el "Tolo" se decidió por Cabión debido a que Lucas Wilchez no podía ingresar ya que en cancha habían cinco extranjeros, el máximo permitido en cancha.
Lo que vino fue una constante de gritos, indicaciones, movimientos de sus brazos marcando jugadas en el aire. Gallego lo indica todo: Donde deben ubicarse sus 11 jugadores, marca los pases e incluso si hay laterales, offside y córners.
La única vez que el estratego hizo un gesto de aprobación no fue tras el gol de Colo Colo. Fue antes, en un tiro de Miralles que pasó sobre el travesaño. Cuando se pusieron en ventaja, no hubo celebración, sino instrucciones para José Domingo Salcedo y Luis Pavés, dos que fallaron en los goles de la U.
El penal, Gallego lo reclamó sulfurado al árbitro, al cuarto juez, e incluso a las cámaras del CDF, buscando explicaciones de si hubo falta o no.
Y el 2-1 lo dejó sin palabras. Prefirió ir a sentarse, como pocas veces durante el partido. El final del juego lo pilló otra vez al borde de la cancha. Esta vez con las manos en la cintura. Así se quedó, inmóvil, ya mascando la amargura. Con la mano izquierda en el bolsillo y siempre gesticulando con la derecha caminó lentamente a camarines. Al paso se topó con Cabión y ambos bajaron conversando. "Los clásicos son para ganarlos y nosotros lo perdimos", diría luego desilusionado.