Gary Medel fue el héroe de la jornada... para ese hincha.
Marco Muga, El MercurioMENDOZA.- El “Clásico del Pacífico” entre Chile y Perú en la Copa América se vivió más afuera de la cancha que dentro de ella. Es cierto, el conato que terminó con la expulsión de Jean Beausejour y GIancarlo Carmona prendió los ánimos entre los jugadores, pero en general no se vio la rivalidad de otras ocasiones.
Pero en las tribunas la cosa fue distinta. La balanza en número era muy favorable para los chilenos. Apenas algunos grupos de no más de un centenar de hinchas peruanos se hacían espacio entre los miles de nacionales. Pero se hacían respetar.
La Marea Roja cantaba: “Son una vergüenza, los peruanos son cincuenta”. Los del Rimac, en tanto, respondían: “Son una vergüenza, no son nadie, ni con Bielsa”.
Gary salvó a un hincha
No hubo mayor altercado durante el resto del encuentro. La expulsión calentó nuevamente los ánimos, pero no alcanzó para disturbios en las gradas. Sólo al final se produjo un hecho que dejó en evidencia, nuevamente, la débil seguridad impuesta en los estadios durante la Copa.
La "Roja" celebraba el fin del partido y dos hinchas saltaron a la cancha desde la tribuna popular norte, donde se ubicó la barra nacional.
Rápidamente dos policías trataron de aprehenderlos, pero apareció Gary Medel y salvó a los forofos de una detención. El volante abrazó al hincha y lo encaminó de vuelta a la barra. Carlos Carmona se acercó al otro fanático, le regaló su camiseta y lo conminó a salir.
Todo se resolvió en paz y Chile ya está en cuartos de final esperando a su rival del próximo domingo en San Juan.
Zamorano, Dueñas y las fotos
Así las cosas, las pasiones se animaban. Iván Zamorano ingresaba a la tribuna preferencial acompañado de su flamante esposa María Alberó, y rodeado por hinchas y guardias que disputaban el lugar unos con el fin de obtener una fotografía, otros con la idea de evitarlo.
Misma situación vivían otras figuras no tan rimbombantes como el ex capitán de la “Roja”. El productor Roberto Dueñas también debió detenerse varias veces para aparecer en fotografías, siempre con semblante sonriente.
El partido no empezaba, pero había señas ya de que se trataba de un clásico. Por primera vez en Mendoza la Policía revisaba bolsos en los ingresos del recinto. También un contingente especial se ubicaba en una fila de al menos quince uniformados entre las barras chilena y peruana, como para evitar roces.
La hinchada criolla se entretenía con un clásico de estadio: la ola. Las pifias caían con fuerza cuando era el turno de los peruanos. Abucheos que también se repetían para ambos lados cuando se informaban por pantalla las formaciones, y al unísono, cuando salieron los árbitros a la cancha.
La única pausa en esta “guerra” de gritos estuvo dada por el momento de los himnos. Para aplaudir de pie el comportamiento de ambos bandos. Las canciones nacionales delos equipos sonaron sin interrupción, con total respeto de los asistentes.
Acción en la cancha y en la galería
Iban tres minutos de juego, cuando la atención de la mayoría de los asistentes a la preferencial desvió desde la cancha hasta la parte alta de la tribuna. Ahí estaba el arma principal de la barra peruana durante esta Copa. Irina Grandez y Daysi Araujo lucían sus ya famosos escotes.
Humberto Suazo casi marca el primero a los cinco minutos, pero las miradas y cámaras apuntaban hacia las morenas tentaciones incaicas. No fueron pocos los que abandonaron sus puestos para llevarse a casa un recuerdo de más cerca.