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Rui Costa le da una alegría a Portugal y se lleva el oro en el Mundial de Ciclismo

En la prueba de ruta elite de la cita italiana el podio lo completaron los españoles Joaquím 'Purito' Rodríguez y Alejandro Valverde.

29 de Septiembre de 2013 | 14:20 | EFE
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El ciclista portugués no lo podía creer.

EFE
FLORENCIA.- El portugués Rui Alberto Costa conquistó el primer mundial para su país al batir al esprint en el Mundial de  Toscana   2013 al español Joaquím 'Purito' Rodríguez que fue plata, mientras que otro español, Alejandro Valverde, se llevó la medalla de bronce.

Rui Costa logró el jersey arco iris al ser el más fuerte en los últimos metros de un recorrido muy duro y exigente, al que se unió la lluvia prácticamente durante todo el itinerario salvo la parte final, de 272 kilómetros entre Lucca y Florencia en los que invirtió un tiempo de siete horas veinticinco minutos y cuarenta y cuatro segundos.

El protagonismo en los últimos kilómetros lo asumió Purito con una serie continuada de ataques que trató de neutralizar por todos los medios el italiano Vincenzo Nibali al que seguían Valverde y Rui Costa, para ser éste último el que terminó recogiendo el premio final del triunfo.

Tras los grandes esfuerzos del 'Tiburón de Mesina', el ciclista luso remachó a sus dos acompañantes y se fue en busca de Purito al que alcanzó dentro del último kilómetro y terminó superando en la misma línea de llegada.

Los españoles no pudieron redondear su buena actuación mundialista, sobre la parte decisiva a la que llegaron con las reservas suficientes para aparecer cuando se desencadenó la lucha por las medallas y por el jersey arco iris.

La imagen de Purito llorando desconsoladamente marcó el desenlace de una carrera en la que al catalán y al murciano se les escurrió de las manos el que hubiera sido sexto título mundial del ciclismo español, tras los tres conseguidos por Óscar Freire y los de Igor Astarloa y Abraham Olano, que fue el que abrió el palmarés hispano en Colombia en 1995.

El sueño de protagonizar el doblete, oro y plata, de Olano y Miguel Indurain en Duitama (Colombia) e Igor Astarloa y el propio Valverde en Hamilton (Canadá), en 2003, se escapó por muy poco.

La última vuelta, con una ascensión a velocidad de vértigo en los más de cuatro kilómetros de la cota de Fiesole en la que se produjo la selección definitiva, fue la clave que todos habían presagiado y en la que los españoles, que supieron reservar fuerzas para llegar allí en las mejores condiciones.

Los dos líderes nacionales estuvieron donde debían estar en la parte final. Tal vez el murciano se cebó excesivamente en un Nibali que parecía inagotable, pero no salió al único latigazo que soltó el portugués que también disponía de la fuerza necesaria para primero coger a Purito y después batirle.

El protagonismo, aunque fuera de manera testimonial, en los primeros kilómetros tras la salida de Lucca recayó sobre un quinteto formado por cinco corredores, el polaco Bartozs Huzarski, el tunecino Rafaa Chtioui, el checo Jan Barta, el venezolano Yonder Godoy y el austríaco Matthias Brandle que alcanzaron una ventaja superior a los ocho minutos, pero el trabajo de los británicos con el velocista Mark Cavendish al frente les impidió abrir un hueco todavía más importante.

Del quinteto, el polaco y el checo fueron los que más aguantaron su escapada con una cabalgada de casi doscientos kilómetros al frente del Mundial.

En esta ocasión el de la Isla de Man, al contrario de lo que suele ser habitual cuando todos sus compañeros trabajan para él, asumió prácticamente en solitario el trabajo de la primera parte para ejercer el control de la carrera en el tramo en línea entre Lucca y Florencia de 107 kilómetros e incluso las primeras vueltas al circuito.

A pesar del contratiempo surgido con Jonathan Tiernan Locke que le impidió tomar la salida por "una discrepancia con sus valores del pasaporte biológico", según informó su equipo, el Sky, la selección británica asumió el control dejando clara su apuesta como líder de Chris Froome, el vencedor del Tour de Francia 2013, aunque quedó descartado muy pronto.

Las caídas y los problemas mecánicos eran un continuo goteo hasta que en la segunda vuelta saltaron las primeras alarmas con la avería del eslovaco Peter Sagan, uno de los hombres bien colocados en todas las quinielas, y los italianos empezaron a acelerar. En una jornada en la que cualquier gasto innecesario se iba a pagar, forzar a trabajar a uno de los rivales era una gran oportunidad, aunque sus compañeros le ayudaron a solventarlo con relativa facilidad.
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