MANCHESTER.- A cuarenta minutos de que arrancara el trascendental duelo entre el Manchester City y el West Ham United, las tribunas del Etihad Stadium se mantenían vacías. Sólo unos pocos hinchas de los "Citizens" aguardaban por el inicio del compromiso.
Ocurre que la mayoría de los seguidores del City llegan minutos antes del pitazon inicial, ya que cada uno es propietario de un cómodo asiento. Pero también habían muchos que se encontraban en el sector de comida rápida, lugar donde también está permitido la venta de cervezas.
Quizás fue eso que a más de alguno la cebada le pasó la cuenta y poco a poco sus rostros se fueron transformando hasta quedar más alegres que nunca. Así, desde una vez que comienza el partido, los forofos no paran de cantar en apoyo a sus jugadores y por su puesto hacia el técnico del equipo, el chileno Manuel Pellegrini.
Además, tienen una forma muy particular de presionar a los jugadores cuando estos no anotan un gol. Y eso se pudo apreciar ayer domingo cuando en el minuto 30 se pararon, se abrazaron de los hombros y comenzaron a cantar y saltar pero dándoles la espalda al campo de juego.
El extraño acto cumplió su objetivo, pues a los 39' Samir Nasri se despachó un golazo que abrió la senda de la victoria, esa que coronó campeón a los de Pellegrini de la Premier League.
Los minutos pasaban y los cánticos eran más potentes y el más recurrente era en favor del entrenador nacional, que decía: "El jeque fue a Madrid en un Lamborghini a traernos a nuestro técnico Manuel Pellegrini".
Además, muchos gritos de apoyo eran con melodías de los grupos ingleses The Beatles, Oasis y The Smits.
A dos minutos del final del lance, la fiesta ya estaba desatada. El recinto deportivo era una verdadera caldera, y a ratos parecía que temblaba. Termina el pleito y el Manchester City se coronaba flamante campeón de Inglaterra.
Mientras Pellegrini se abrazaba con su cuerpo técnico, en menos de 40 segundos, el campo de juego comenzó a invadirse de hinchas. Fueron miles los eufóricos que cantaban, se abrazaban, corrían, saltaban, incluso algunos, y no pocos, se sacaban la polera para refregar su cuerpo con el pasto donde el equipo de sus amores se había coronado campeón.
En algún momento dio la impresión que todo terminaría en un caos incontrolable para la escasa seguridad que había en el estadio.
Los gritos eran ensordecedores, a ratos intenso, que impedían escuchar a una persona a menos de tres metros.
Finalmente, y después de unos frenéticos 20 minutos, la gente que esperaba en las tribunas la espera de la copa, comenzaba a abuchear y a exigir el retiro de la numerosa fanaticada que a esa altura tenía invadido el campo de juego.
Por los altoparlantes se amenazó a que si no se despejaba la zona en 5 minutos no había celebración.
Los miles de hinchas obedecieron sin mayores inconvenientes y Pellegrini, junto a sus pupilos, pudieron celebrar tranquilamente. El City ya era campeón de Inglaterra.