Luis Scola es la máxima figura argentina en el Mundial.
AFPMADRID.- Brasil y Argentina reeditarán, en los octavos de final del Mundial de baloncesto el gran clásico sudamericano de este deporte, dominado por los albicelestes en las últimas grandes competiciones, y, ahora, con repercusión mundial.
Un clásico siempre es un partido especial, máxime si es en el Mundial, y ya en octavos de final, sin derecho a recuperarse. Argentina domina en los últimos enfrentamientos (venció a Brasil en cuartos de final de los JJ00 de Londres 2012 por 82-77), pero Brasil ha preparado el Mundial a conciencia y llega con la mejor selección de los últimos años, sin alardear de sus pretensiones pero sin negar sus aspiraciones a luchar por el podio.
Con el mismo equipo que quedó quinto en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 más la incorporación de Nenê Hilario, Brasil quiere volver definitivamente a la elite del baloncesto internacional y su primera fase, en el grupo A, así lo corrobora.
Una sola derrota, contra España, y un juego potente bajo los aros y rápido y eficaz en el perímetro han certificado sus aspiraciones.
Argentina ha transitado por la primera fase, en el grupo B, con más dudas. Las ausencias de Manu Ginobili y Carlos Delfino han disminuido el potencial del equipo y dejado a Luis Scola y Andrés 'Chapu' Nocioni como los únicos faros de la Albiceleste.
El cansancio acumulado tras los cinco partidos disputados en los últimos días será otro dato a tener en cuenta y Brasil, por su mayor profundidad de banquillo, también parece tener ventaja en este aspecto.
Pero Argentina lleva demostrando más de una década que es un equipo que siempre va de menos a más en las grandes citas y, sobre todo, que sus jugadores saben competir, que saben adaptarse a las circunstancias y sobreponerse a ellas.
Pero a la hora del salto inicial, todos estos considerandos pasarán a un segundo plano. La rivalidad tradicional y el acierto de los jugadores será lo único que valga. Es el aquí y ahora, aderezado por la trascendencia del partido. El ganador seguirá mirando, entonces reforzado, hacia el podio. El perdedor se marchará a casa.