JERUSALEN.- La decisión del Partido Laborista de participar en un gobierno de unidad nacional en Israel de la mano del líder derechista y Premier electo Ariel Sharon, sólo ha causado más revuelo en las aguas de la política israelí.
El Comité Central laborista aprobó anoche por amplia mayoría la propuesta, aunque determinó que será él -y no el liderazgo del partido- el encargado de elegir dentro de la agrupación a quienes ocuparán las carteras ministeriales.
Sharon, presidente del Likud, quien barajaba nombres específicos dentro del laborismo para ocupar las carteras en su gobierno, debe esperar ahora a que este organismo le señale a sus futuros colaboradores y probablemente se encuentre con gente con la que no pensaba trabajar.
Consciente de la situación, el electo Premier se anticipó a advertir que no estaba dispuesto a aceptar ninguna de las propuestas del Comité para la poderosa cartera de Defensa.
Por otra parte, el futuro gobierno de unidad no se presenta tan estable como podría haber parecido, luego de que el ministro de Justicia saliente, Yossi Beilin, advirtiera que no todos los legisladores laboristas le otorgarían su apoyo. Junto al canciller saliente Shlomo Ben-Ami, Beilin fue uno de los miembros del Partido Laborista que más se opuso a la participación de su agrupación en un gobierno de unidad con el "halcón" Sharon.
"Sharon debe saber que habrá miembros (laboristas) de la Knesset (Parlamento) que no lo apoyarán", afirmó Beilin en declaraciones a la radio del Ejército israelí. El Primer Ministro electo respondió por su parte que Beilin sólo representaba a una parte de su partido.
Independientemente de estas oposiciones internas en el laborismo, la decisión de conformar un gobierno con Sharon amenaza las relaciones de este último con sus aliados políticos naturales. Los miembros del ultranacionalista partido Unión Nacional Yisrael Beitneu, que respaldó la campaña de Sharon a la primera magistratura, están ahora molestos porque el Likud faltó a su palabra y, cediendo a un pedido laborista, le quitó la posibilidad de presidir el poderoso Comité Constitución y Ley del Parlamento.
Este cargo será ocupado por un laborista o bien se compartirá entre el Partido Laborista y el Likud, mediante un sistema rotativo. Los legisladores ultranacionalistas están amenazando ahora con no integrar la coalición de gobierno. En el caso de que no lo hagan, las cosas se le facilitarían a Sharon, porque no tendrá que incluir a tantas agrupaciones en su coalición con el problema de tener que distribuir menos carteras de las que posee.
En su afán por conseguir la participación del Partido Laborista, Sharon le prometió ocho ministerios, igual número que le tocará al Likud, mientras que el partido ultraortodoxo Shas - la tercera gran fracción en la Knesset- espera recibir cinco.
Otros potenciales miembros de la coalición recibirán entre uno y dos cargos ministeriales, lo cual implica que el gobierno de Sharon podría tener treinta ministerios, incluyendo a los ministros sin cartera, pero sin incluir a los viceministros.
Otro factor que complica aún más la situación es que las principales carteras, como las de Exteriores y Defensa, fueron prometidas al laborismo, o bien están reservadas para el Likud, como las de Finanzas, Justicia, Interior y Educación.
Los partidos más pequeños se ven entonces desestimulados ante la perspectiva de ingresar a un gobierno en el que su influencia será mínima. Con este difícil comienzo, el primer ministro podría comprobar en un futuro que mantener unida la coalición es aún más difícil que conformarla.