Santiago de Chile, 6 de abril de 2001
Sr. Secretario Ejecutivo José Antonio Ocampo
Señores Embajadores,
Señoras y Señores:
Es un gran placer para mí tener la oportunidad de visitar América Latina, hermosa y rica en recursos naturales, cuando la humanidad entra otra vez en un nuevo siglo. Quisiera expresar, en nombre del Gobierno y pueblo chinos, los cordiales saludos y mejores votos a todos los amigos aquí presentes y, por su digno conducto, hacerlos extensivos al laborioso pueblo chileno y el resto de este gran pueblo de América Latina y el Caribe.
No obstante el inmenso Océano que separa a China y América Latina y sus no pocas diferencias en el desarrollo histórico, regímenes sociales, tradiciones culturales y condiciones naturales, tenemos muchas experiencias idénticas en la lucha por la independencia estatal, la liberación nacional y la construcción de nuestros hogares, por ello nuestros pueblos se sienten compenetrados. Tal como expresa un antiguo verso chino: A los amigos íntimos nada importa la distancia, ni diez mil li les impiden ser vecinos (dos li equivalen a un kilómetro). Los pueblos chino y latinoamericanos han creado culturas brillantes en sus tierras. La Gran Muralla y la Pirámide del Sol, cristalización de las espléndidas civilizaciones china y latinoamericanas, son el símbolo de la laboriosidad y sabiduría de sus pueblos y obras grandiosas de las creaciones realizadas por los seres humanos en la historia.
Ya en el siglo XVI, los enviados comerciales de una y otra parte, atravesando el inmenso Océano Pacífico, abrieron la famosa "Ruta Marítima de la Seda". De allí en adelante, entre ambos pueblos se han mantenido ininterrumpidos los intercambios, que no han dejado de dar ricos frutos.
A principios del siglo XIX, centenares de miles de chinos vinieron a este continente y trabajaron arduamente junto con la población local en la construcción de ferrocarriles y canales, la explotación minera y el cultivo de caña de azúcar. Ellos han venido labrando con sudores esta prodigiosa tierra junto a los latinoamericanos, con quienes han forjado profundos sentimientos de solidaridad.
Nuestras ricas y arraigadas culturas e idénticas experiencias de lucha han servido para unir a nuestros pueblos.
Estoy convencido de que la amistad entre los pueblos chino y latinoamericanos, con raíces históricas y fundamentos realistas, avanzará sin cesar en el naciente siglo.
Se ha levantado el telón del siglo XXI. Es imperativo el concurso de esfuerzos de todos los pueblos del mundo para abrir nuevos horizontes de la paz y el desarrollo de la humanidad. En esta coyuntura histórica, es muy significativo para nosotros resumir las experiencias pasando revista al pasado y explorar el camino hacia adelante de cara al futuro.
En la primera mitad del siglo XX, el pueblo chino, bajo la conducción del Partido Comunista de China y a través de duras luchas, logró por fin la independencia nacional y liberación popular y fundó la Nueva China en que el pueblo se ha hecho dueño de su destino. Por medio de esa grandiosa transformación histórica, China se despidió de una vez de esta parte trágica de la historia moderna, lastrada por agresiones extranjeras, miseria y debilidad, y emprendió la marcha hacia la prosperidad y bienestar de la nación.
En la segunda mitad del siglo XX, el pueblo chino encontró, en sus prácticas de construcción, el camino de desarrollo socialista con peculiaridades chinas. La aplicación de la política de reforma y apertura al exterior, planteada por el Señor Deng Xiaoping, en los últimos veinte años ha permitido un crecimiento económico sostenido, rápido y sano, el establecimiento preliminar de un sistema económico de mercado socialista, la conformación en lo fundamental de un esquema de apertura al exterior omnidireccional y el acceso de la población en general a una vida modestamente acomodada.
No resulta fácil obtener en un país con mil doscientos setenta millones de habitantes tal transformación, que ha dejado escrita una gloriosa página en los anales del desarrollo de la nación china y supone una nueva contribución a la paz y el desarrollo del mundo.
Siendo aún un gran país en vías de desarrollo, China se ve obligada a trabajar arduamente en un largo tiempo para materializar el bienestar compartido de todo el pueblo. Ultimamente, se han trazado los lineamientos para el desarrollo económico y social de china en el primer lustro del siglo recién iniciado, conforme a los cuales, tomaremos el desarrollo como tareas central, la reestructuración como línea troncal, la reforma, apertura e innovación científico-tecnológica como fuerza motriz y la elevación del nivel de vida de la población como el punto de partida fundamental, con miras a seguir promoviendo el desarrollo económico y social integral.
Se ha dado inicio a la labor por cumplir la meta estratégica de la modernización de China para la tercera fase, consistente en hacer realidad la modernización básica a mediados del presente siglo, convertir a China en un país socialista próspero, democrático y civilizado y materializar el gran resurgimiento de la nación.
En el nuevo siglo, continuaremos avanzando por el camino de construcción de un socialismo con peculiaridades chinas y persistiendo en la política exterior independiente de paz, a fin de hacer mayores aportes al mundo.
En el siglo pasado, los pueblos latinoamericanos, a sus vez, libraron con perseverancia batallas por la salvaguarda de la soberanía estatal y los derechos e intereses nacionales y contra las intervenciones extranjeras. Lucharon valientemente contra invasiones foráneas, defendieron los derechos marítimos sobre las 200 millas de agua y trabajaron por establecer un nuevo orden internacional en lo político y económico, haciendo así importantes contribuciones a la paz y el desarrollo del mundo . En las últimas dos décadas, han obtenido admirables éxitos en la preservación de la estabilidad, el desarrollo de la democracia y la reactivación económica.
Con el inicio de un nuevo siglo, los pueblos latinoamericanos entrarán en una nueva etapa de estabilidad, transformación, desarrollo y cooperación. Siendo un continente con una superficie de más de 20 millones de kilómetros cuadrados y una población superior a los 500 millones de habitantes, América Latina y el Caribe están asumiendo una nueva postura dinámica en el escenario internacional.
En la última centuria, el mundo atravesó por innumerables penalidades como guerras, epidemias, hambruna, crisis y calamidades, pero lo impresionante fue las épicas luchas sociales y naturales protagonizadas por los pueblos y los avances sin precedentes conseguidos en los terrenos político, económico, ideológico, cultural, científico-técnico, educativo, militar y médico. La capacidad de los seres humanos para explotar y aprovechar la naturaleza se ha visto fortalecida en gran medida, lo cual ha hecho posibles la obtención de ingentes logros de la civilización en lo material y espiritual y la mejora de las condiciones de supervivencia y desarrollo del hombre.
Cien años no es más que un solo instante en la prolongada historia de las civilización humana. Lo más valioso del siglo pasado consiste en el inquebrantable ideal y voluntad por un a vida mejor de los pueblos, cuyos pasos hacia un mundo mejor no se han detenido nunca. Tras un sinfín de adversidades, luchas y victorias, los pueblos han ahondado como nunca en la conciencia de la paz y el desarrollo como temas principales de la época.
La propia historia se ha encargado de demostrar que el mundo sólo puede desarrollarse y gozar de la prosperidad con la materialización y el mantenimiento de la paz y la humanidad, disfrutar de una vida feliz con el impulso y la promoción de la cooperación. Hacer realidad la paz mundial duradera y propulsar el desarrollo compartido encarna el anhelo común de todos los pueblos y constituye la corriente predominante de nuestra época.