PARIS.- Numerosas víctimas de la erupción del Vesubio que arrasó las ciudades de Pompeya y Herculano en el año 79 DC no murieron asfixiadas, sino instantáneamente, como consecuencia de una violenta ola de calor y polvo, indican arqueólogos italianos en el número del jueves de la revista científica británica "Nature".
El análisis de 80 esqueletos encontrados en casas situadas a orillas del mar fue realizado por un equipo de la Universidad de Nápoles dirigido por Alberto Incoronato.
Según esta investigación, doce horas después del comienzo de la erupción, una primera corriente de cenizas volcánicas y de gases candentes cayó sobre la playa de Herculano. Los elementos más densos cesaron entonces momentáneamente su progresión, penetrando como tromba dentro de los refugios a los que había acudido parte de la población.
Las víctimas debían estar acostadas por tierra a raíz de la violencia de la erupción. La velocidad de desplazamiento y el volumen de las cenizas candentes no les dejaron ninguna posibilidad de supervivencia.
En una habitación en la que 30 personas quedaron enterradas bajo la lava, se estima que ocho metros cúbicos de materia candente consumieron sus cuerpos, haciendo que se pulverizaran instantáneamente sus órganos y fijando su osamenta.
Esa pulverización permitió que no se consumieran completamente, preservando su postura. La misma provocó una baja momentánea de la temperatura, que pasó de 500 a 480°C durante unos diez minutos. Las articulaciones de los huesos, e incluso algunos tejidos, se enfriaron entonces y fueron recubiertos por la ceniza, que formó una suerte de sarcófago.
El análisis de los dientes y de los huesos de estos esqueletos arrojó las mismas características que se encuentran en una incineración: cráneos abiertos y fracturas netas transversales ennegrecidas por el calor, fracturas longitudinales de los huesos largos y planos y fisuras del esmalte de los dientes. Estos indicios, asociados al análisis de las tejas encontradas en el lugar, permitieron calcular la temperatura que reinó en el momento de la catástrofe.
No se produjo ninguna flexión de los miembros de las víctimas. La postura de las osamentas encontradas revela la ausencia casi total de gestos de protección o de signos de agonía. Las leves flexiones y cripaciones observadas en los pies y en las manos no se deben a reflejos de contracción, sino que se produjeron en una fracción de segundo al contacto con el calor, inmediatamente antes que la corriente de ceniza los petrificara en capas sucesivas.