RIO DE JANEIRO.- Más de 150 rehenes continuaban hoy en manos de 368 presos amotinados hace dos días en una cárcel de la ciudad brasileña de Cuiabá.
Según la policía, la situación este mediodía en la prisión de Carumbé era incierta y los reclusos no habían retomado las negociaciones.
"Ellos no se han manifestado todavía", comentó a periodistas el teniente coronel Antonio Moraes.
Los presos se rebelaron el jueves por la tarde, tomando a 183 rehenes, la mayoría familiares que estaban de visita, entre ellos medio centenar de niños.
Actualmente quedan 154 rehenes, pues 15 fueron liberados en la noche del jueves y otros 14 a última hora del viernes.
Los presos están armados y exigen una revisión de sus penas, además de la renuncia del director de la cárcel y del comandante de guardia exterior de las prisiones de Cuiabá.
"Eso sería desmantelar el poder público", dijo el portavoz de la policía militar, teniente coronel Evandro Medeiros.
Medeiros indicó que los reclusos cuentan con la complicidad de los rehenes, pues la mayor parte son familiares.
De hecho, las visitas ya habían acordado llevar el jueves mayor cantidad de alimentos para los detenidos, declaró.
El viernes, durante una pausa de las negociaciones, los presos homenajearon a sus huéspedes con un asado en pleno patio principal.
La modalidad de secuestrar a sus propios parientes asombra a los sociólogos, para quienes los presos perdieron sus férreos valores.
El recurso fue popularizado por el Primer Comando de la Capital (PCC), una banda que controla el tráfico en las cárceles de Sao Paulo y que organizó en febrero una rebelión simultánea en 29 prisiones con miles de visitantes-rehenes.
De acuerdo con la prensa local, el motín estalló porque los carceleros descubrieron el miércoles un túnel y frustraron la fuga de José Carlos do Nascimento, que dice pertenecer al PCC.
La policía dijo que no invadirá la cárcel y pretende continuar negociando. Por las dudas, un contingente de 300 agentes aguarda órdenes en las inmediaciones.
La cárcel de Carumbé tiene capacidad para unos 200 reclusos pero alberga 368. El hacinamiento es habitual en las prisiones brasileñas y según los especialistas estimula y facilita los disturbios.