JERUSALEN.- La seguridad israelí mantuvo el viernes la calma mientras los palestinos marchaban hacia Jerusalén Oriental a través de puntos de control normalmente cerrados, ondeando su bandera nacional en la amurallada Ciudad Vieja y hasta dirigiendo el tráfico.
Luego de meses de bloqueos, que mantuvieron a muchos palestinos fuera de Jerusalén debido a sus acciones contra la ocupación israelí, el Estado judío levantó las restricciones para el funeral del líder palestino Faisal al-Husseini.
"Esto es extraordinario. Jerusalén oriental bajo el control de nuestra gente. Los israelíes permanecieron allí, pero fue como si no estuvieran. Por primera vez sentimos que Jerusalén había sido liberada", dijo el empleado de una tienda Mohammed Nabulsy, de 27 años.
Nabulsy fue uno de decenas de miles de palestinos que siguieron la procesión fúnebre de al-Husseini. La marcha comenzó en la ciudad cisjordana de Ramallah hacia Jerusalén Oriental para luego culminar con el entierro en un sitio sagrado de la Ciudad Vieja.
Salvo algunos incidentes menores, no hubo muchas señales de violencia. Las fuerzas de seguridad israelíes mantuvieron una estrecha vigilancia sobre la procesión palestina, pero no intervinieron en nada.
La policía dijo que hubo provocaciones de la multitud, como un grupo de palestinos que atacó una residencia propiedad del Primer Ministro Ariel Sharon. Sin embargo, un portavoz de las autoridades dijo: "No nos dejamos provocar".
Al-Husseini, el representante palestino de más alto nivel para Jerusalén y un ex negociador de la paz que simbolizó la lucha palestina por Jerusalén, murió el jueves de un ataque cardíaco mientras realizaba una visita a Kuwait. Tenía 60 años.
A medida que la procesión fúnebre se dirigía la mañana del viernes a Jerusalén, las fuerzas israelíes abrieron paso a la multitud a través del punto de control de al-Ram de la carretera principal que comunica Jerusalén con Ramallah.
El puesto de control es por lo general inquebrantable para muchos palestinos y ha sido uno de los puntos álgidos en ocho meses de violencia, casi diaria, que ha cobrado la vida de al menos 450 palestinos, 91 israelíes y 13 árabes-israelíes.
Muchos de los presentes en la procesión dijeron que no habían visitado Jerusalén en meses debido a los bloqueos que Israel impuso alegando razones de seguridad, aunque los palestinos sostienen que se trata de un castigo colectivo por el levantamiento contra la ocupación.