BELEN.- Desde que comenzó la intifada (levantamiento popular palestino), a finales de septiembre del año pasado, la situación económica y sobre todo la que depende directamente de la actividad turística en los territorios palestinos en Israel, se ha visto seriamente afectada.
Las fronteras están cerradas y las miles de personas que diariamente traspasaban los "checkpoints" para trabajar al otro lado de la "línea verde" -frontera divisoria entre territorios ocupados e Israel-, actualmente no pueden hacerlo. Lo mismo ha ocurrido con los turistas, quienes por temor han dejado de visitar los lugares santos que están ubicados bajo el dominio de la Organización de Liberación Palestina (OLP).
Uno de los casos más dramáticos lo constituye la ciudad de Belén, donde se encuentra la Iglesia de la Natividad del Señor, uno de los sitios santos para el mundo cristiano, que ha visto cómo los turistas que antes se agolpaban en la puerta del lugar, haciendo largas filas de hasta 2 horas para entrar, hoy día no se atreven a cruzar la frontera.
"Antes recibíamos a cerca de diez mil personas diariamente, hoy sólo llegan entre 80 y 100 turistas", afirma un joven guía palestino Abed al Nasser, quien trabaja en Belén ofreciendo sus servicios en español.
Y la depresión en el lugar es patente desde que uno cruza el "checkpoint". Los taxistas se agolpan y persiguen a los visitantes largas cuadras ofreciendo sus servicios para llevarlos hasta la Iglesia, por solo cuatro shekel (un dólar) por persona.
También en una persecución se transforma el seguimiento que realizan los vendedores ambulantes, que ofrecen desde postales hasta artesanía, e insisten de manera cargante en que les compren sus artículos.
Una vez al interior de la iglesia de la Natividad puede pasar más de una hora sin que ingrese ningún turista. Para los pocos que llegan es agradable disfrutar de esta ventaja que permite sacar fotos a destajo.
Sin embargo, los más afectados con toda esta baja de visitantes son los dueños de las tiendas, las que en su mayoría permanecen cerradas a fuerza de que nadie entra a comprar absolutamente nada.
La plaza principal de Belén también es una muestra clara de la dificultad económica por la que pasan los territorios, en ese lugar casi no transita ningún turista y los negocios y restaurantes de los alrededores permanecen vacíos.
"Estamos muy mal", dice el palestino Abed al Nasser, "este problema de violencia nos ha afectado de manera radical. Los visitantes ya no vienen y si en Israel el problema del turismo es grande, aquí la situación es mil veces peor, porque el miedo y el cierre de las fronteras hace difícil la llegada de extranjeros a los territorios".
Sin duda uno de los principales motivos por los que la antigua e importante Belén dejó de ser el centro turístico obligado para los cristianos, se debe a las repercusiones que ha tenido la segunda intifada.
Los israelíes ya no cruzan las fronteras por miedo a los atentados y por lo tanto los pocos paquetes turísticos que se venden actualmente en este país (el turismo ha disminuido en más de 60%), han eliminado de su repertorio a este hermoso lugar.
De esta forma los turistas se ven cohibidos, con justas razones, a tomar la iniciativa y cruzar la frontera hasta el lugar santo.
La tensión en el sector se siente con sólo ver las vidrieras de los negocios y de los restaurantes, también los paraderos de buses y algunas paredes, donde figuran pegados afiches en árabe con los rostros de algunos de los "mártires" de la intifada, es decir personas que han sido muertas por las fuerzas israelíes o suicidas que han perdido la vida en atentados contra la población judía.
Un panorama poco alentador para cualquier visita turística a Belén.