BUENOS AIRES.- Con la cara casi cubierta por una bufanda de lana y las manos amoratadas tras una noche de invierno dormida a la intemperie, Diego espera que el consulado español en Buenos Aires abra sus puertas.
Como a muchos otros argentinos, el destino le ha jugado una irónica burla a este joven nieto de inmigrantes españoles que a comienzos del siglo pasado llegaron a Argentina en busca de prosperidad.
La esperanza se desvaneció en sólo tres generaciones. Ahora, la única alternativa que tienen muchos descendientes de aquellos emigrantes para conseguir empleo es volver a la tierra de sus antepasados.
"Mi abuelo vino en 1901 y 100 años después la sangre vuelve para allá. Voy en busca de una vida mejor", dijo Diego mientras se frotaba con insistencia las manos para ganarle al frío.
Junto a él, hombres y mujeres de todas las edades esperan que España les conceda la ciudadanía para obtener allí lo que la crisis económica les niega en su país: trabajo, el trabajo que no tienen más de dos millones de argentinos.
Amanece y la indignación crece junto con el frío. En la fila, varios condenan la última decisión del gobierno de echar mano al dinero de los jubilados para equilibrar las cuentas fiscales.
"Me quiero ir porque mi país no me da posibilidades, porque estamos muertos de hambre, porque no tenemos trabajo", dijo indignada Ana, una mujer rubia, de unos cuarenta años, mientras el sol comenzaba a despuntar.
Una explicación no basta
Días atrás, el Ministerio de Economía argentino anunció que la desocupación alcanzó en mayo -la última medición disponible- al 16,4 por ciento de la población en condiciones de trabajar. Esto significa que 2.361.600 personas no tienen empleo, en un país de 36 millones de habitantes.
"Coincidimos con el nivel de desocupación que muestran las cifras oficiales. Pero agregamos a esto una lectura un poco más compleja que es la del resto de los trabajadores que no están referidos como desocupados en la misma encuesta. Esto es, fundamentalmente, 700.000 subocupados", explicó Artemio López, titular de la consultora Equipos de Investigación Social.
Según las mediciones oficiales argentinas, una persona que no buscó activamente trabajo en la semana anterior a la consulta no es un desempleado, en tanto que se considera subocupado a alguien que trabaja menos de 35 horas semanales.
El crecimiento del desempleo tiene su correlato en las mediciones de pobreza, en la que están sumidos más de 14 millones de personas. Pero las cifras de indigencia son aún más duras: 3.750.000 argentinos no pueden alimentarse adecuadamente.
La economía argentina no crece desde 1998, lo que asestó un fuerte golpe a los sectores que habitualmente generan puestos de trabajo y espantó a los mercados de crédito.
En este escenario, el gobierno logró que el Congreso transformara en ley un drástico ajuste de gastos que implica un recorte de 13 por ciento en los ya magros sueldos y pensiones estatales, una medida que ahondará la recesión, según analistas.
"La economía es un desastre. El gobierno no hace nada para el pueblo. Los recortes son innecesarios e insostenibles (...) Estamos perdidos", dijo Manuel, quien se gana la vida vendiendo almendras azucaradas en la calle.
Volver a empezar
Detras de los fríos números, cientos de miles de argentinos se pierden en una dolorosa disyuntiva: quedarse en la tierra en que nacieron o salir en busca de nuevas oportunidades.
"Me duele en el alma tener que dejar Argentina porque la amo, pero tengo dos hijos que mantener", explicó Viviana.
De a cientos se agrupan cada madrugada en las representaciones diplomáticas de España e Italia -de donde desciende la mayoría de los argentinos- para obtener visas y ciudadanías que les abran las puertas del extranjero.
"No todos quieren irse del país (...) De todas maneras no hay modo de saberlo porque una vez que se van de Argentina con pasaporte italiano ya no son contabilizados como argentinos", dijo Vicenzo Palladino, cónsul general de Italia, y agregó que en los primeros seis meses de este año las solicitudes de ciudadanía aumentaron un 30 por ciento.
Del otro lado están quienes insisten en quedarse y no pierden la esperanza de que las cosas mejorarán, como Liliana, una profesional de 51 años que cree que "la única forma de sacar esto adelante es haciendo fuerza desde adentro".
Algunos lo hacen formando infinitas colas frente a los negocios que en su vidriera muestran el cartel de "se necesita vendedor" o buscando un empleo en los anuncios clasificados de los diarios.
Otros imploran al cielo, como los cientos que por semanas acampan alrededor del santuario de San Cayetano -el santo del trabajo- para poder tocar su imagen en su día, el 7 de agosto.
"El se sacrificó dejando todas sus riquezas, por eso nosotros tenemos que hacer un sacrificio, pasar piedras, tormentas, agua, frío (...) y llegar a él", dijo Rosa, de 55 años, mientras se guarecía con plásticos y cartones en la gélida mañana.
A unos metros de ella, José se calentaba las manos en un brasero improvisado y, mientras tomaba un mate, contaba que "le voy a pedir que haya trabajo, que cambie el país, que mi familia siga unida, que la gente que conozco tenga trabajo".
Horizonte lejano
El alto nivel de desempleo, la mayor preocupación social de los argentinos según sondeos recientes, no bajará en el futuro inmediato, según cree López.
"Hay aproximadamente 270.000 trabajadores nuevos todos los años que se incorporan al mercado de trabajo y esa presión de búsqueda si no es satisfecha impacta sobre el índice de desempleo por crecimiento vegetativo. Si seguimos con esta dinámica (...), en mayo del año que viene podemos estar en una desocupación de alrededor del 18 por ciento", dijo.
"La desocupación alcanzó el máximo de 18,4 por ciento en 1995, cuando México devaluó su moneda afectando a toda la región.
San Cayetano ruega por nosotros y no permitas que en nuestros hogares falte pan y trabajo". La plegaria susurrada envuelve las calles del barrio de Liniers, donde se encuentra el santuario dedicado al monje italiano.
La noche se acerca. Rosa y José vuelven a sus tiendas mientras Diego y Viviana acarician su nueva identidad europea. Otros esperan con los ojos abiertos la madrugada, para salir a comprar el diario y buscar trabajo.