MURMANSK.- Rusia conmemorará el domingo el primer aniversario del misterioso naufragio del submarino nuclear "Kursk" en el Artico, un drama nacional marcado por la compasión humana, el secretismo militar y las mentiras de las autoridades.
El hundimiento del orgullo de la Armada puso de manifiesto la miseria y el desgaste de las antaño poderosas Fuerzas Armadas rusas y abrió la primera brecha en la popularidad del presidente Vladimir Putin, con sus promesas del renacimiento de Rusia.
El sumergible atómico de última generación "Kursk", de 154 metros de eslora, cinco pisos de altura y con capacidad para 24 misiles nucleares, se hundió por causas aún desconocidas el 12 de agosto en el mar de Barents, cuando participaba en unas maniobras navales, y se convirtió en tumba marina para sus 118 tripulantes.
Pero el Kremlin guardó silencio y sólo informó del accidente dos días más tarde, cuando varios países occidentales comunicaron una sucesión de explosiones registradas en aguas árticas.
Pese a la magnitud del desastre, Putin decidió quedarse en Sochi, balneario del mar Negro donde siguió de vacaciones mientras en el Artico se consumaba la lenta agonía de 23 marinos que sobrevivieron al accidente, como se supo más tarde de una nota póstuma recuperada.
El Kremlin rechazó con altivez la ayuda ofrecida por Washington y Londres, pero los primeros intentos de rescate realizados por la Armada fueron un rotundo fracaso y revelaron que no disponía de medios para salvar a los tripulantes.
La sociedad rusa, unida como nunca por una tragedia recibida en cada casa como una desgracia personal, escuchó en aquellos días una interminable sucesión de contradictorios informes oficiales que animaban o bien hundían las esperanzas de un desenlace feliz.
Incapaces de explicar por qué no funcionó la cámara de salvamento del submarino, altos jefes navales dijeron primero que los marinos podían aguantar hasta diez días, pero después cambiaron el discurso y afirmaron que "todos murieron instantáneamente".
El dolor de los familiares no fue óbice para que la Armada se negara a revelar la lista de la dotación del "Kursk", que sólo fue publicada por un diario que sobornó a un oficial para conseguir los nombres de los "héroes traicionados".
La asistencia internacional sólo se aceptó cien horas después del hundimiento, cuando ya era innecesaria, y fueron buceadores noruegos y británicos quienes corroboraron la muerte de los marinos rusos más de una semana después del naufragio.
Consciente de su craso error político y ético, Putin tuvo el valor de reunirse con los deudos de las víctimas y afrontar sus acusaciones, y ordenó una urgente operación para recuperar los cadáveres de los tripulantes.
El equipo internacional de buzos que logró entrar en el "Kursk", postrado a 108 metros de profundidad, sólo pudo rescatar los cuerpos de doce de los 23 supervivientes que se refugiaron en la popa tras la potente explosión que hundió el sumergible.
Tras denunciar durante meses que el accidente se debió a una colisión con un submarino de la OTAN, la Armada rusa admitió que la razón del naufragio fue una explosión en la sala de torpedos, pero aún insinúan que la detonación fue "provocada" desde fuera.
El escándalo público también hizo al Kremlin hallar medios para una singular operación de rescate del submarino, que se desarrolla estos días en las aguas árticas con ayuda occidental y debe concluir el próximo 15 de septiembre con el reflote del navío hundido.
Pero el secreto del "Kursk", que según algunos especialistas pudo haber chocado con otro buque ruso o ser abatido por un misil durante las maniobras, seguirá en el fondo del mar, pues la Armada decidió cortar la proa del submarino antes de proceder a izarlo.
La razón oficial es que en la proa pueden quedar torpedos sin explotar que pondrían en peligro la seguridad de la operación y la vida de los buzos, aunque muchos creen que detrás de la decisión está el deseo de los militares de ocultar las causas del accidente. "La verdad debe ser tan terrible que su revelación provocaría una explosión social", opinó el diario "Moskovski Komsomolets".
Mientras, más de 225 deudos de los marinos muertos han llegado ya a la base de Vidiáyevo, a la que estaba adscrito el Kursk y donde el domingo tendrán lugar actos fúnebres y se oficiará una misa por las víctimas en la iglesia local.