OSLO.- Como una verdadera cenicienta de nuestros tiempos, Mette-Marit Tjessem Hoeiby, madre soltera de 28 años, desposó este sábado al príncipe heredero Haakon de Noruega, en una emotiva ceremonia que se realizó en la catedral de Oslo.
Haakon, quien vestía un uniforme militar, y Mette-Marit, un vestido en tono crudo en un espeso crepe y tul de seda, con una diadema de platino y oro amarillo con brillantes engarzados en forma de rosas pequeñas, y un velo de seis metros de largo.
La catedral de Oslo, renovada para la ocasión, fue escenario del enlace: Mette-Marit y Haakon se intercambiaron las alianzas, dos simples anillos en oro blanco, y así, esta joven de un pasado "disoluto" inicia su camino hacia su futuro papel de reina.
En varias ocasiones durante la ceremonia, Mette-Marit se emocionó hasta las lágrimas. Otros instantes de la boda que quedarán en la memoria fueron el "sí" pronunciado por los cónyuges, una melodía interpretada en saxofón, y un canto tradicional en lapón.
En la ceremonia estaban presentes el príncipe Carlos de Inglaterra, el príncipe Alberto de Mónaco, el príncipe Felipe de España y otras personalidades de la monarquía europea.
Bajo un cielo tormentoso, la joven pareja real descendió luego por la avenida central de Oslo en un Lincoln Continental descapotable rumbo al palacio, donde tuvo lugar un "almuerzo de gala", cuyo menú fue mantenido en secreto.
Miles de personas aguardaban el paso del coche con los flamantes novios, algunos habían llegado a la avenida en las primeras horas de la mañana para lograr un sitio preferencial frente a las vallas dispuestas a lo largo del recorrido y así poder saludar a la pareja.
Inclusive hubo quienes viestieron el "bunad", traje tradicional noruego y quienes prefirieron disfrazarse de príncipes o princesas aunque fuera por un día, llevando una imitación de corona.
El centro de la ciudad, donde se prohibió la circulación de automóviles, era de un intenso colorido. Miles de rosas de todos colores, banderolas con las fotografías de los cónyuges y banderas con los colores noruegos (azul, blanco y rojo), daban un tono alegre a un cielo gris, mientras la vidrieras de numerosos comercios exponían fotos de Haakon y Mette-Marit.
"Estamos aquí para mostrar que apoyamos a la monarquía y que la población aprueba este matrimonio. Mette-Marit dejó su pasado atrás y supo dar muestras de honestidad y transparencia", comentaron Marianne Soerestrandoye y Siri Linn Foreman, dos estudiantes secundarias de 17 años que desde las 09.00 horas locales (07.00 GMT) esperaban en inmediaciones de la catedral.
Como era de esperar, Mette-Marit fue el centro de los elogios y las miradas. Su origen modesto y su simpleza le valieron a esta bonita rubia nórdica el apodo de la "Cenicienta moderna". Y quizá, para algunos, demasiado moderna.
El miércoles pasado en rueda de prensa, la futura reina de Noruega, con lágrimas en los ojos, confesó un pasado "disoluto", dando a entender -aunque sin decirlo explícitamente- que había consumido drogas cuando era miembro activo de la "house music" a principios de los años 90.
"Será una buena reina", sostuvo Marianne, opinando de la misma forma que el 70% de los noruegos, que según una encuesta publicada el jueves, al día siguiente de las "revelaciones" de Mette-Marit, consideraron que posee las cualidades necesarias para ser soberana. "Seguramente consumió drogas, pero creo que es algo frecuente en gente de su generación. No es positivo, pero al menos, viene de una capa de la sociedad que permitirá a la familia real ver al pueblo noruego de otra forma", se congratuló Mille Stein, monárquica convencida.
La única nota sombría fue el tabloide noruego "Dagbladet", que aunque deseó felicidades a los jóvenes esposos, estimó este sábado en su editorial que en Noruega ha llegado el momento de abolir la monarquía y establecer una república.