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Relatos de una horrible pesadilla en Nueva York

"Nueva York esta llorando", dijo el agente de policía Tyrone Dux, incapaz de contener sus propias lágrimas tras inspeccionar los escombros de lo que una vez fue el Centro Mundial de Comercio.

11 de Septiembre de 2001 | 19:47 | AP
NUEVA YORK.- No hubo gritos. Solamente la oscuridad y después el silencio. La pestilencia de la muerte.

"Nueva York esta llorando", dijo el agente de policía Tyrone Dux, incapaz de contener sus propias lágrimas tras inspeccionar los escombros de lo que una vez fue el Centro Mundial de Comercio.

"Es como la noche", agregó Dux, refiriéndose a cómo quedó ese sector de Manhattan, que por la tarde era un hervidero de rescatistas. "Oscuro, espantoso", dijo.

La ciudad lucía y se sentía como una zona de guerra este martes. Guardias armados patrullaban los exteriores de oficinas gubernamentales. Las evacuaciones masivas arrojaron sobre los puentes de la ciudad a cientos de transeúntes, cubiertos de cenizas. Las ambulancias con sus sirenas ululaban por toda la ciudad.

Tras el impacto inicial, después de las dantescas escenas de personas en llamas saltando de las torres, llegaron los rescatistas.

A unas pocas cuadras del Centro Mundial, unos 120 doctores y personal con entrenamiento médico viajaron en un convoy de autos, ambulancias, y camiones de carga rumbo al sitio del desastre. Su trabajo: encontrar sobrevivientes e intentar salvarlos.

Los paramédicos, a la espera de ser enviados hacia los escombros, les fue indicado "una vez que se aclare el humo, habrá un montón de cuerpos", según Brian Stark, un paramédico que sirvió en la marina y quien es voluntario en las labores de rescate. Grupos de gente hacían filas para aceptar donaciones de sangre.

Barbara Kalvig corrió con su auto lleno de colegas del Hospital Veterinario de Nueva York. "Cerramos el hospital y trajimos un montón de doctores y médicos", dijo Kalvig. "Condujimos tan rápido como pudimos", agregó.

Cerca de alli, un grupo de constructores tomó pedazos de madera y los entregaron a los equipos de emergencia para que los usaran en la fabricación de camillas.

El neurólogo Craig Senzon, de 29 años, voluntariamente acudió al centro de rescate. "Sentimos un peso dentro de nosotros como nunca antes lo sentimos", indicó.

Antes de que los rescatistas fueran movilizados, las escenas de horror se desarrollaban por toda la zona del desastre.

"Todo el mundo estaba gritando, llorando, corriendo -policías, transeúntes, bomberos, todos-", dijo Mike Smith, un jefe de bomberos del distrito de Quéns, recuperando el aliento cerca a una fuente, ubicada cerca de una corte judicial, y luego que colapsara la segunda torre del Centro Mundial de Comercio.

El pánico surgió en medio de la bola de fuego que tragó las torres.

"Todo el mundo estaba caminando normalmente, y al minuto siguiente surgió esta enorme ola" expansiva, dijo el banquero de inversiones Mark DeAndrea, quien trabaja en una oficina al lado del Centro Mundial. "Parecía que 10.000 personas corrían hacia nosotros, corriendo como una manada de gacelas, gritando "vayanse, vayanse"", añadió.

DeAndrea se agachó detrás de un pilar, intentando decidir qué hacer. "Era tan irreal", dijo. "La gente saltaba de los edificios. Era horripilante", agregó.

Intento frenéticamente llamar por teléfono a su esposa, pero su celular no funcionaba. Así que se unió a la ola de gente que caminaba hacia los ferrys, con destino a Nueva Jersey. En el muelle, indicó el banquero, "los botes se llenaban de gente, todo el mundo se montaba. Algunas personas amenazaban con lanzarse al agua si no los dejaban subir", indicó.

Finalmente, el bote sobrecargado de personas, partió. "Daba mucho miedo. Todo el mundo en el barco miraba a los edificios. Y luego, mientras pasábamos por Manhattan, ya no estaban" los edificios.

Policías y bomberos intentaban buscar algo de oxigeno, al emerger del área del desastre. Se escucharon por lo menos tres explosiones, quizá de líneas de gas.

Kenny Johannemann, un conserje, describió como vio lo que parecía un hombre envuelto en llamas, luego de la primera explosión en el Centro Mundial de Comercio. Ayudó al hombre, extinguió el fuego, y lo arrastró fuera. Luego Johannemann escuchó una segunda explosión, y vió como personas saltaban de los pisos de las torres gemelas.

"Fue horrendo", dijo Johannemann.

A lo largo de toda Manhattan, rescatistas y oficiales de policías llevaban máscaras para protegerse del polvo.

En los hospitales de la ciudad, cientos de personas se alineaban para donar sangre, y luego que trabajadores hospitalarios gritaran en las calles "!donaciones de sangre!, !donaciones de sangre!".

Miles abandonaron la ciudad, en auto o a pie, algunos llorando, otros desde la cabeza hasta los pies en cenizas.

Sin buses, taxis o servicio de tren subterraneo, la masa quedó sin forma de llegar a casa.

"¿Cómo llego a Queens?", gritó una mujer.

"Comience a caminar", le respondió a gritos un policía.

Empresarios, que caminaban a lo largo del puente de Bróklyn, se desnudaron del torso hacia arriba, usando sus camisas para cubrirse el rostro.

Con teléfonos celulares pasando de unas manos a otras cuando alguien conseguía comunicarse, desconocidos se preguntaban unos a otros desesperadamente "?pudo comunicarse?".

Una mujer rogó: "Puede llamar a mi madre. Este es su número de teléfono".
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