NUEVA YORK.- Una serie de alertas de bomba en edificios públicos y comercios sacaron a los neoyorkinos a las calles este jueves, acrecentando una psicosis generada por rumores, tras los atentados contra el World Trade Center.
"Fuimos evacuados de las oficinas por un alerta de bomba en Barneys", una importante tienda de Avenida Madison, declaró Patricia Lecointe, quien no se atrevió a regresar a su trabajo como muchos de sus colegas, prefiriendo tomar el camino a casa.
En otro momento, una alerta de bomba sin fundamento provocó el cierre de la estación Grand Central durante cerca de una hora, lo cual impidió a miles de neoyorquinos tomar trenes y metros para salir del centro de la ciudad. La estación es uno de los principales nudos de comunicación ferroviaria de la ciudad y cuenta asimismo con una importante estación de metro.
"Delante de Grand Central, la gente corría por la calle por un rumor de bomba", afirmó Lecointe. "Todo el mundo buscaba un medio para volver a sus casas", agregó.
La policía detectó un paquete sospechoso pero finalmente la alerta no tuvo fundamento alguno.
La circulación se volvió rápidamente imposible en la parte central de Manhattan; los peatones se volcaron masivamente a las calles, mientras la policía desplegaba un cordón que impedía el acceso a una serie de calles que conducen a Grand Central. Varias ambulancias y un camión de bomberos consiguieron acceder a la estación con las sirenas ululando.
Centenares de neoyorquinos, con semblante sombrío, intentaron llamar por teléfono a sus familias para darles tranquilidad en caso de que la televisión hubiera informado de la alerta. El frenesí provocó la saturación de las líneas celulares y la toma por asalto de los teléfonos públicos.
En las últimas horas se encendieron otros llamados de alerta de bomba en distintos puntos de la ciudad. "Estoy sorprendido y conmocionado, seguramente hay locos que creen que es el momento de extender el miedo sobre la ciudad", dijo Narelle Sissons, decoradora de teatro británica, evacuada de la escuela de arte dramático Juilliard School en la Avenida Broadway.
Sin embargo ella no dudó en regresar a la escuela debido a las nuevas medidas de seguridad adoptadas en numerosos edificios de Nueva York, donde se contrataron vigilantes que controlan la identidad de empleados y visitantes.
Si bien estas alertas mantienen la tensión en la ciudad, los neoyorquinos no ceden al pánico. "Son probablemente unos chicos traviesos haciendo bromas", consideró Reginald Harris, un hombre de unos cincuenta años que reparaba las instalaciones del café "Au Bon Pain", sobre el lado este de la estación Grand Central.
"Yo le había dicho a mi patrón que no quería venir acá", gruñó Johnny Davis, un empleado de ferrocarriles que viajó de Connecticut a la sede de la empresa para la que trabaja.