NUEVA YORK.- Ha necesitado un mes para digerir la catástrofe y poder hablar abiertamente de ese día. Sobre el frenético descenso desde la azotea de la Torre Gemela 2 que le salvó la vida. Sobre el instinto de supervivencia.
El español Juan Palomanes se encontraba el 11 de septiembre trabajando junto a otros compañeros en lo más alto de las Torres Gemelas y presenció -asombrado- el impacto del primer avión.
No se lo pensó dos veces, y empezó a bajar lo más rápido posible. Sus compañeros creyeron que era un exagerado, que no era para tanto. Ellos no lo pueden contar hoy en día. El lo recuerda con calma.
"Sin duda fueron los momentos más difíciles de mi vida", declaró Palomanes a EFE, al cumplirse un mes de la tragedia en la que han perdido la vida más de cinco mil personas.
Orensano, de Verín, y con más de treinta años de residencia en Estados Unidos, explicó que después de aquella experiencia le preocupa volver a trabajar en rascacielos y que los días posteriores a la catástrofe "han sido muy duros", sobre todo al recordar a los compañeros que no lograron salvar su vida.
"Estaba con otros dos compañeros en la azotea de la Torre 2 (técnicamente el piso 112), que fue la primera en derrumbarse. A las siete de la mañana habíamos comenzado a pintar las barandillas interiores de un mirador que había ahí. Y vimos venir al primer avión y chocar contra la Torre 1", recordó.
El dramático impacto y la columna de humo consiguiente activaron de inmediato todas las alarmas en la mente de Palomanes, que pensó que el rascacielos podría desplomarse contra la Torre en que se hallaban en ese momento.
"Les dije a mis compañeros que había que marcharse, pero los muchachos, un estadounidense y un puertorriqueño, no me hicieron caso. No sé qué pensarían en esos momentos. pero yo empecé a correr y no me siguieron", agregó.
Sin la menor noción de lo que ocurría ni de lo que se avecinaba, Palomanes inició el descenso escaleras abajo hasta el piso 107, donde se encontraban los ascensores y desde allí tomó uno hasta el piso 78 y allí cambió a otro que le llevaría hasta el piso 44.
"Allí tomé las escaleras, porque ya no funcionaban los elevadores, y cuando estaba en el piso 20 se produjo el choque del segundo avión, que hizo tambalearse al edificio", señaló, y como en ese momento no sabía lo que estaba ocurriendo, lo primero que pensó fue que la Torre 1 se estaba desplomando.
Este gallego, de 56 años de edad, recuerda que lo que más le sorprendió en aquellos momentos era la tranquilidad que mostraban quienes le acompañaban en esos momentos en el descenso.
"No había nada de pánico. Eso era lo malo, que la gente bajaba casi normal, casi no se movían al no saber lo que ocurría. Yo les decía que había que correr porque había chocado un avión grande en la Torre 1, pero me respondían, Oh yes, yes, y seguían bajando muy despacio".
Cuando llegó a la calle, no paró hasta alejarse del lugar y encontrar un teléfono para llamar a su esposa y comunicarle que se encontraba bien.
Juan ha seguido a diario las noticias sobre las labores de búsqueda y rescate, sin poder olvidar a sus compañeros y otros muchos amigos y conocidos que, como él, trabajaban en labores de mantenimiento en el complejo del World Trade Center o en otras actividades.
Reconoce que aún le causan especial desazón los ruidos imprevistos o ver a un avión sobre el cielo de Manhattan y reconoce que hasta el momento tiene miedo a trabajar en edificios muy altos, a coger elevadores.
"Hace unos días he estado trabajando en un edificio muy próximo al complejo y cuando veo la montaña de escombros, que las Torres gemelas no existen, es que me parece increíble e imposible lo que pasó", reconoció.
Palomanes ha mantenido en silencio su experiencia y sus recuerdos hasta ahora, "sobre todo para no preocupar a mi madre, que reside en España".
Asegura que siente "algo de miedo" todavía por la incertidumbre en que se ha visto sumida esta ciudad después de los ataques terroristas y ante las advertencias de que pueden cometerse más ataques terroristas.
"Ha sido una experiencia muy dura que nunca olvidaré". concluyó.