WASHINGTON.- Estados Unidos ha estado librando sus propias guerras en la América Latina: guerra contra las drogas, guerra contra la pobreza, guerra contra la corrupción.
Hay quienes piden que libre también una guerra contra el terrorismo.
Cuatro de los 28 grupos terroristas identificados por el departamento de Estado están en Colombia y Perú, y la misma dependencia ha dicho que la organización al Qaeda de terroristas árabes tiene células en Ecuador y Paraguay.
"Aún así no veo una intervención militar ahora mismo", dijo el lunes Miguel Díaz, jefe del proyecto latinoamericano del Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), una organización no gubernamental de Washington.
"Quizás después de la campaña en Afganistán vamos a ver algún endurecimiento en la política estadounidense hacia la región, pero dudo que sea un ataque directo", declaró.
Analistas como Díaz basan su escepticismo en el hecho de que los grupos terroristas latinoamericanos, si bien se han ganado esa calificación por sus ataques contra "intereses estadounidenses" en los países donde operan, no han atacado en territorio estadounidense.
El grupo conservador "The Heritage Foundation" dijo en un informe difundido este mes que ello no era una excusa para que no se diera la intervención. La violencia de los grupos latinoamericanos "pronto migrará a los Estados Unidos", afirmó.
Heritage Foundation identifica a Cuba, Colombia y Paraguay como centros de "actividades terroristas diferentes" en la región. Y propone al Presidente George W. Bush fortalecer las operaciones de inteligencia, organizar una coalición contra el crimen internacional y promover prontamente el libre comercio.
Varios miembros del gobierno no han descartado la posibilidad de una intervención directa. Todos han partido de la base de que Bush ha dicho que la guerra no terminará hasta que cada grupo "haya sido hallado, paralizado y derrotado".
Francis X. Taylor, director de la oficina contra el terrorismo en el Depatamento de Estado, formuló la afirmación más directa. Dijo la semana pasada que Estados Unidos combatirá el terrorismo en las Américas apelando a "todos los elementos de nuestro poderío nacional".
El Departamento de Estado no desmintió esa afirmación. Incluso Philip Reeker, vocero auxiliar de la dependencia lo confirmó al día siguiente cuando un periodista, mencionando al Paraguay entre los países a ser intervenidos, pidió más detalles. Pero, horas después, el Departamento de Estado dijo que la forma en que mencionó el reportero al Paraguay no había sido la declaración inicial de Taylor.
Larry Birns, director del Consejo para Asuntos del Hemisferio (COHA), sostuvo que las declaraciones de Bush abrían en efecto interrogantes sobre una incursión regional, y que veía en la potencial victoria electoral del movimiento sandinista en Nicaragua una nueva brisa de preocupaciones.
Nicaragua sostendrá el 4 de noviembre elecciones presidenciales. La posibilidad del retorno del ex presidente Daniel Ortega, quien hasta 1990 presidió un gobierno de corte marxista, ha llevado a Washington a afirmar que el partido de Ortega ha mantenido vínculos durante años con Iraq y Libia. Estos países son considerados como promotores del terrorismo internacional y, por consiguiente, blancos en la guerra antiterrorista.
Birns dijo a la AP que si tendría que señalar objetivos, más que Colombia, Perú o Nicaragua le preocupaban por el momento Paraguay y Ecuador, donde el Departamento de Estado ha dicho que al Qaeda, la organización de Osama bin Ladin, a quien Estados Unidos busca vivo o muerto, tiene células activas.
El canciller ecuatoriano Heinz Moeller ha declarado que luego de una búsqueda infructuosa de esa célula, ha pedido al Departamento de Estado más pistas o simplemente una rectificación de su afirmación. En el Paraguay ha pasado casi lo mismo.
Estados Unidos, según Birns, tendría frente a una intervención en la América Latina un difícil escollo que vencer: el Congreso, donde varios legisladores de ambos partidos, particularmente demócratas, han rechazado tradicionalmente una mayor intervención.
Pero, también tendría en la mano una carta de doble juego para presionar particularmente a Colombia y Perú: el narcotráfico. Primero, dijo Birns, puede sostener que los planes de la lucha antidrogas no están dando los resultados esperados y que los grupos terroristas, a los que se acusa de complicidad con el narcotráfico, tendrán por ello más probabilidades de subsistencia. Y segundo, el propio fortalecimiento de esos grupos como organizaciones terroristas.
"La distinción entre la guerra antidrogas y la antiguerrilla va a convertirse en un instrumento de presión", dijo Birns.