JOYA BAJAUDDIN, Afganistán.- Alentada por el tercer día consecutivo de bombardeos norteamericanos sobre las posiciones talibán en Afganistán, la Alianza del Norte relanzó hoy su ofensiva sobre el baluarte de Mazar-i-Sharif.
La oportunidad que esperaban los contingentes opositores de uzbekos y tayikos que por ahora luchan bajo la misma bandera llegó con la destrucción de algunas de las principales defensas artilleras en torno a Mazar-i-Sharif, la llave del norte afgano.
Quien acogió con mayor alegría el ataque aéreo estadounidense fue el general uzbeko-afgano Abdul Rashid Dostum, el bandido convertido en héroe de la resistencia antitalibán y cuya figura al mando de sus columnas de jinetes aún es temida en el noroeste de Afganistán.
Dostum indicó hoy que sus tropas "han iniciado una ofensiva" y que los talibán "sufrieron graves pérdidas en vidas", señalaron fuentes de la oposición en Joyá Bajauddín, cuartel de la Alianza en la provincia norteña de Tajar.
Añadieron que la ofensiva se reanudó con la llegada de artillería de campaña para batir las defensas talibán y que unidades especiales de EE.UU. estaban apoyando este avance contra Mazar.
La Alianza destacó que el ataque es coordinado con bombardeos de los aviones de EE.UU., que machacaron las posiciones talibán no sólo en Mazar-i-Sharif sino también en sus accesos, como Kesendeh, setenta kilómetros al sur.
Las guarniciones talibán de Keshendeh, en Sar-e-Pol, protegían la carretera que une la capital de esta provincia del mismo nombre con la importante localidad de Sangcharak y con la propia Mazar.
Keshendeh amenazaba el avance hacia Mazar-i-Sharif de las tropas de Dostum con base en el valle de Dar-i-Suf, en la provincia de Samangán; en esta zona se registraron también hoy combates apoyados con fuego aéreo norteamericano.
Si las tropas tayikas de la Alianza en esta región, bajo el mando de Ato Mohamed, y las uzbekas de Dostum consolidan sus posiciones en las provincias de Sar-e-Pol, Samangán y Baghlan, las fuerzas que asedian Mazar asegurarán sus suministros y refuerzos.
Pero también abrirán camino a nuevos contingentes hacia el sureste donde espera el botín más codiciado pero que nadie parece decidirse a tomar: Kabul.
Aunque EE.UU. señaló que apoyará el avance de la Alianza sobre la capital afgana y ya bombardeó las posiciones talibán que rodean esta ciudad, hoy continuaron las dudas sobre un inminente asalto.
Además de las reticencias estadounidenses a que los tayikos del presidente afgano depuesto, Burhanuddín Rabbaní, tomen Kabul antes de que se consolide un gobierno de amplia representación, hay numerosas dificultades para la captura de la capital afgana.
La Alianza domina el aeropuerto de Bagram, a unas decenas de kilómetros al norte, y las baterías talibán que impedían su uso fueron bombardeadas por EE.UU.
Asimismo, se construyen nuevas pistas para un eventual desembarco de paracaidistas en Golbahar, a 65 kilómetros al norte de la capital.
Sin embargo, para tener la ciudad es preciso dominar antes las alturas de Paghman, a 30 kilómetros al oeste, en manos talibán, y cortar la salida hacia el este por el valle del río Kabul.
Paralela al río discurre la carretera Kabul-Peshawar, la "Grand Trunk Road" descrita por Rudyard Kipling en las andanzas del aventurero "Kim", reflejo fiel de la pugna que en el siglo XIX enfrentó a los imperios británico y ruso para dominar Afganistán.
Este valle pasa por Jalalabad, el baluarte talibán del este y cuyo control, cerca de la frontera paquistaní, es un desafío permanente a cualquiera que detente el poder en Kabul.
La presión militar de la Alianza en esta provincia oriental de Langarhar es limitada y las incursiones contra la carretera de Hayyí Kadir, un pashtún que lucha contra sus paisanos étnicos talibán, han sido poco efectivas hasta el momento.
Esta incapacidad para asestar un golpe en el este y sur de Afganistán lleva a vaticinar a miembros de la Alianza la posibilidad de que más tarde o más temprano se producirá la división fáctica del país.
El presidente paquistaní, Pervez Musharraf, que detesta a los tayikos de Rabbaní y apoya a la mayoría pashtún que nutre la milicia talibán, sugirió hoy que cuando termine la guerra Kabul podría convertirse en una zona neutral para todas las facciones.
En estas circunstancias, podría hacerse real el escenario que la Gran Bretaña victoriana siempre trató de evitar con sus campañas afganas: un norte de Afganistán dominado por tribus no pashtunes con influencia rusa y el resto del país bajo los intereses esta vez de EE.UU. y Pakistán.