WASHINGTON.- El gobierno de Estados Unidos alertó este lunes de que un inminente ataque terrorista podría ocurrir esta semana, pero insistió en que no tiene ninguna intención de detener su campaña militar contra el régimen de los talibán que gobierna Afganistán, a pesar de las críticas por el creciente número de víctimas civiles y los inciertos resultados.
La "máxima alerta" fue emitida por el Procurador General John Ashcroft, mientras los aviones de combate continuaban sus bombardeos sobre el régimen de Kabul por dar albergue a la red extremista islamica Al-Qaeda acusada por los atentados del 11 de setiembre.
"La administración concluyó con base en la información procesada, que podrían haber nuevos ataques terroristas en Estados Unidos o contra intereses estadounidenses durante la próxima semana", dijo Ashcroft a los periodistas.
Washington "considera esta información creíble, pero desafortunadamente no contiene datos específicos sobre el tipo de ataque u objetivos específicos", afirmó el Procurador en una conferencia de prensa convocada apresuradamente.
En tanto, el director del FBI (policía federal) Robert Mueller subrayó por su parte que no había "razones para creer que esas amenazas estén ligadas a la diseminación del bacilo de ántrax" en territorio estadounidense.
Mientras los casos de ántrax se extendían en el interior de Estados Unidos, un habitante de Nueva Jersey sin relación directa con la distribución de correo fue diagnosticado con la forma cutánea de la enfermedad, informó el lunes el gobernador de ese estado.
El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, reconoció que Washington suministra municiones a la oposición antitalibán en Afganistán, al tiempo que salió al paso de informaciones suministradas por la milicia gobernante en Kabul, al señalar que por ahora ningún militar estadounidense ha sido capturado en territorio afgano.
Rumsfeld acusó además a los talibán de utilizar a los civiles como "escudos humanos" al ubicar sus equipos militares cerca de "escuelas, hospitales y otros sitios similares".
"Cuando los talibán lanza acusaciones respecto a víctimas civiles se acusan ellos mismos", declaró el secretario de Defensa, intentando minimizar las críticas que se han desatado por los númerosos blancos errados de los estadounidenses que han provocado la muerte de civiles.
Los talibán tienen en sus manos a varios extranjeros, tres de ellos periodistas, un francés y dos paquistaníes, un ciudadano japonés y ocho voluntarios. Estos últimos, acusados de propagar el cristianismo, fueron detenidos antes del inicio de los bombardeos norteamericanos.
Rumsfeld indicó que combatientes de Al QaEda, incluidos algunos mandos medios, murieron durante la campaña aérea, pero según el Pentágono ninguno de ellos se cuenta entre los diez jefes principales de esa organización liderada por el fundamentalista Osama bin Laden.
En tanto el general Tommy Franks, comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses destacadas en el Golfo Pérsico y Medio Oriente, que supervisa todas las operaciones estadounidenses contra los talibanes y la organización Al Qaeda del fundamentalista islámico Osama bin laden, realizó este lunes en medio de la mayor discreción encuentros con las autoridades paquistaníes.
El representante especial de la Naciones Unidas para Afganistán, Lajdar Brahimi, se encuentra también en Pakistán, para estudiar las posibilidades de formación de un gobierno de "amplia representación" en Kabul tras la caída de los talibán.
La Casa Blanca anunció este lunes que el presidente estadounidense, George W. Bush, se entrevistará con Musharraf el próximo 10 de noviembre en Nueva York, al margen de las sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Pakistán es una pieza clave para el dispositivo militar norteamericano, pero el margen de maniobra de Musharraf es limitado, ya que debe enfrentarse a las críticas de buena parte de la población paquistaní, escandalizada por la muerte de numerosos civiles afganos en bombardeos norteamericanos.