BUENOS AIRES.- "Sepa que nunca le quise hacer daño", le dijo el juez federal Jorge Urso a Carlos Menem cuando le comunicó que quedaba en libertad.
Eran las 18.30 y el ex presidente le devolvió la gentileza: "De mi parte, no espere nada malo", dijo, formal.
El diálogo terminó con un apretón de manos y fue contado a LA NACION por una fuente inobjetable.
Menem estuvo a solas tres minutos con el hombre que ordenó su detención y lo apartó del escenario político durante casi seis meses.
Según contaron dos fuentes inobjetables, el juez le dijo que la Cámara Federal había decidido que él le comunicara personalmente que desde ese momento quedaba en libertad. Eso era lo que el ex presidente pretendía, según allegados al ex mandatario.
La esposa de Menem, Cecilia Bolocco, esperaba en la antesala del juzgado, sentada en la misma silla en la que estuvo las dos veces en las que su marido fue indagado por Urso por asociación ilícita y falsedad ideológica, el 7 y el 26 de junio último.
Los defensores, Oscar Roger y Oscar Salvi, la acompañaban. Luego, el ex procurador general de la Nación pasó a saludar a Urso, a quien había visto a la mañana cuando le entregó el escrito en el que pidió la libertad del ex presidente. Salvi, el socio del magistrado, se quedó afuera.
"Fue una pelea muy dura, pero la Corte terminó diciendo lo que siempre dijimos. Yo terminé mi trabajo, porque Menem recuperó la libertad", dijo anoche Roger a LA NACION.
"Lo más importante no es el resultado, sino la inusual dureza del fallo", agregó Salvi.
Mientras tanto, en Don Torcuato, alrededor de cien personas se congregaron desde temprano en la puerta de la quinta donde Menem estuvo detenido hasta ayer.
Con carteles que decían "Menem 2003", "Basta de persecución política" y "Anillaco te necesita", los seguidores del ex presidente no abandonaron el lugar y esperaron a que éste saliera a saludar a la calle.
Menem fue hasta el alambrado, tendió la mano y hubo momentos de desesperación y griterío. No faltó incluso un sacerdote que llamó a rezar. Los cánticos de aliento a Menem y a Cecilia Bolocco ahogaron la intención del religioso, que se sumó al fervor.