WASHINGTON.- El Tesoro norteamericano ha resuelto que una política de "amor a palos" es la única manera de forzar a la Argentina a que aplique las reformas económicas indispensables para devolver la tercera economía latinoamericana a la senda del crecimiento.
Muchos economistas expresaron apoyo a esa política y advirtieron que si la situación económica argentina sigue agravándose, habrá nuevos disturbios y reacciones contra el modelo norteamericano de capitalismo libre empresa.
"Creo que el enfoque de amor a palos es lo justo", dijo Morris Goldstein, un ex alto funcionario del Fondo Monetario Internacional. "No fue el mercado libre el origen de los problemas argentinos, sino la incapacidad del gobierno para controlar sus gastos, renegociar la deuda cuando se volvió insostenible y abandonar el tipo de cambio cuando se sobrevaluó".
Según los analistas, las señales enviadas por el Presidente Eduardo Duhalde apuntan a una devaluación del peso de hasta el 40%, una medida que los economistas consideran desde hace tiempo necesaria para devolver competitividad a las exportaciones y poner fin a una recesión prolongada.
El vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer, dijo a la prensa ayer que el Presidente George W. Bush, de vacaciones en su hacienda en Texas, había enviado una carta de felicitaciones a Duhalde y pensaba llamarle por teléfono.
Tesoro de EE.UU. sigue descartando cualquier ayuda directa
Pero en el Tesoro, los directivos seguían descartando cualquier ayuda directa. Decían que el FMI y otras agencias multilaterales de crédito darían su apoyo una vez que el nuevo gobierno presentara un plan viable.
Según informes de prensa, el ministro de Economía argentino Jorge Remes Lenicov viajaría a Washington la semana próxima para pedir 15.000 millones de dólares al FMI, pero directivos del fondo dijeron que esa discusión no estaba prevista mientras no se presentara el plan económico.
La decisión del gobierno de Bush, de encauzar sus relaciones con la Argentina a través del FMI, es contraria a la de su antecesor Bill Clinton, quien salvó a México cuando se derrumbó su moneda en 1994 y reunió más de 100.000 millones de dólares en préstamos de emergencia a los países afectados por la crisis asiática de 1997-98.
El secretario del Tesoro, Paul O’Neill, y otros miembros del gobierno actual han criticado los salvamentos de Clinton, señalando que en la mayoría de los casos el dinero fue a las arcas de inversores ricos.
Por eso el mes pasado, el FMI apoyado por Estados Unidos rechazó el pedido argentino de un desembolso de emergencia de 1.230 millones de dólares, dinero con el cual el entonces presidente Fernando de la Rúa esperaba cumplir vencimientos de la deuda externa de 132.000 millones de dólares.
Esa decisión, sumada a otros errores de cálculo económico y la imposición de restricciones a los retiros de fondos bancarios provocaron violentas manifestaciones callejeras que convirtieron a la presidencia argentina en una puerta giratoria por la que pasaron cinco hombres en dos semanas.
El equipo de Clinton decía que el objeto de los paquetes de salvamento era evitar el derrame de la crisis financiera hacia otros países, pero O’Neill duda de la existencia misma de ese fenómeno.
En el caso de la Argentina, los analistas creen que no habrá tal derrame porque el gran vecino, Brasil, ya devaluó su moneda y porque la crisis argentina se ha desarrollado en un lapso de tiempo muy prolongado.