CIUDAD DEL VATICANO.- El papado de Juan Pablo II es desde hoy el sexto más largo de toda la historia de la Iglesia, tras superar al de Pío VII (1800-1823) que duró 23 años y cinco meses menos un día.
El Pontificado más largo de los 264 papas que se han sucedido fue el de San Pedro, que según los escritos dirigió el colegio apostólico entre 34 y 37 años.
Le sigue el beato Pío IX (1846-1878), con 31 años y ocho meses de pontificado; León XIII (1878-1903), 25 años y cuatro meses; Pío VI (1775-1799), 24 años y medio; Adriano I (772-795), con 24 años, y desde hoy el de Juan Pablo II en el sexto lugar.
El polaco Karol Wojtyla, cardenal de Cracovia, fue elegido Papa el 16 de octubre de 1978. Tenía 58 años, tomó el nombre de Juan Pablo II en honor de su antecesor Juan Pablo I y se convirtió en el Pontífice más joven del siglo y el primero no italiano desde el holandés Adriano VI (1552).
Aunque uno de los pontificados más breves fue el de Juan Pablo I, que sólo duró 33 días, en la historia de la Iglesia hay otros aún más cortos.
El más breve de todos fue el del papa Urbano VII (1590), que sólo duró doce días; seguido de Bonificio VI (896), 15 días, y de Celestino IV (1241), 16 días.
Juan Pablo II, Sumo Pontífice de la Iglesia Católica y obispo de Roma, que el próximo 18 de mayo cumplirá 82 años, emprende esta nueva etapa con la salud algo resquebrajada y dolores de artrosis en la rodilla derecha (la pierna cuyo fémur se rompió hace varios años), pero con la misma ilusión de siempre por servir a la Iglesia y viajar allí donde se requiera su presencia.
Así, mientras se recupera, manteniendo un reposo solo a medias, el Vaticano ya ha anunciado que Juan Pablo II participará en todos los ritos de la Semana Santa, entre ellos el fatigoso (para su salud) Vía Crucis en el Coliseo de Roma.
Todos los viajes y ceremonias previstos para los próximos meses siguen confirmados, lo que supone que el proceso de recuperación de la artrosis va por buen camino y que ya ha superado la fase más aguda de la dolencia, la que le obligó a suspender la visita a dos parroquias de Roma -una estaba prevista para mañana domingo- y la audiencia general de hace dos semanas.
Tras la Semana Santa se presentan para el Papa unos meses de muchos esfuerzos. El 14 de abril beatificará en el Vaticano a varios Siervos de Dios, entre ellos dos latinoamericanos y el 5 de mayo está previsto que viaje a Ischia, isla del sur de Italia cercana a Nápoles.
El 19 de mayo proclamará santos en el Vaticano al español Alfonso de Orozco y a la monja brasileña Paulina do Coracao Agonizante de Jesús, que será la primera santa del país con mayor número de católicos del mundo.
Del 23 al 26 de mayo está previsto que viaje a Bulgaria, una de los pocos países ex comunistas de la Europa del Este que le queda por visitar, y el 16 de junio canonizará en el Vaticano al fraile italiano famoso por sus estigmas y sus poderes de bilocación, Padre Pío de Pieltracina. A la ceremonia se espera que asistan miles de personas.
El viaje más duro, por su larga duración, será el que realice del 23 de julio al 2 de agosto en América.
Del 23 al 28 de julio asistirá en Toronto (Canadá) a la XVII Jornada Mundial de la Juventud. El 29 se trasladará a Ciudad de México para canonizar un día después al indio Juan Diego, el que vio a la Virgen de Guadalupe. Se espera que al menos cinco millones de fieles acudan a la ceremonia, que sería así la más multitudinaria de la historia.
El día 31 se trasladará a Guatemala para canonizar a Pedro de Betancur, un religioso nacido en las españolas islas Canarias, que pasará a ser el primer santo del país centroamericano.
Además, Juan Pablo II volverá en agosto a Polonia, octavo viaje a su país natal. Aunque éste no ha sido todavía anunciado, se espera lo realice del 16 al 20 de ese mes.
Para el otoño el Papa tiene en agenda una visita a Croacia y la canonización, el 6 de octubre, del fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer, en una ceremonia a la que se espera que acudan varios cientos de miles de fieles.
El anciano Pontífice, como ya ha dicho en numerosas ocasiones, está dispuesto a "seguir gastándose por la Iglesia" mientras Dios lo quiera... y lo mantiene.
Hace varios días, comentando sus dolores en la rodilla, dijo a unos obispos argentinos que a la Iglesia no sólo se la guía con las piernas, en referencia a que los males no le impiden ejercer su labor apostólica.
Hace tiempo también reconoció que era un Papa "debilitado, pero no acabado".