MONTERREY, México.- Un documento plagado de palabras altisonantes y buenas intenciones, pero sin ningún compromiso concreto, fue el saldo de la Cumbre de la Organización de Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo, encargada de lanzar una guerra mundial contra la pobreza, que terminó anoche en la norteña ciudad mexicana de Monterrey, y de la cual Fidel Castro se fue dando un “portazo”.
La ausencia de compromisos deja abierta la incógnita de si Monterrey pasará a la historia como el hito que dio inicio a la cruzada antipobreza o, sólo como una reunión más de tantas, y de la que sólo se recordará el retiro de Castro, acusando a Washington de haber presionado para tornarlo un paria.
El encuentro convocado por Naciones Unidas, y que contó con la participación de los organismos financieros multilaterales, buscaba sentar las bases para obtener 750 mil millones de dólares adicionales en los próximos 15 años, cifra que la ONU estima necesaria para reducir la pobreza a la mitad. Pero el Consenso de Monterrey se limita a identificar que esos fondos podrían venir del incremento a las ayudas al desarrollo, la lucha contra la corrupción, el alivio de los servicios de deuda y, tendencias económicas en boga obligan, la liberalización del comercio mundial.
Nada sobre cuánto dinero, en qué fecha, de quién y para quién. La semana de reunión, con asistencia de casi 60 jefes de Estado o Gobierno, puso en primer plano, asimismo, la estrategia de Estados Unidos, que a través del Presidente George Bush, ligó el futuro de la ayuda para combatir la pobreza a la ampliación de reformas económicas liberales y a la eficiencia de la administración de cada país.
“Las naciones ricas tienen el deber no solamente de compartir sus riquezas, sino también de impulsar las fuentes que la producen: libertad económica, libertad política, derechos humanos”, dijo Bush. “Si somos serios en el combate contra la pobreza, debemos ser serios con el desarrollo del comercio”, señaló y dijo que “hasta ahora, el éxito de la ayuda era medido por el monto de los recursos” consagrado al desarrollo, y “no por los logros”.
La postura de Washington, de paso, marcó las diferencias conceptuales frente a la Unión Europea, la otra gran economía del planeta, que al tener mayores vinculaciones con las zonas más desposeídas, como África, insiste más en las ayudas que en el librecambismo. El tercero en cuestión, Japón, estuvo representado simplemente a nivel ministerial.
“Estamos conscientes del absoluto imperativo moral de combatir la extrema pobreza sufrida por una quinta parte de la humanidad y hemos adoptado completamente las metas históricas escritas en la Declaración del Milenio”, dijo el presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi a la cumbre. Prodi reafirmó además el compromiso de la Unión Europea de aplicar un 0,7 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB) a la ayuda para el desarrollo.
Al inicio de la cumbre la UE prometió aumentar sus ayudas al desarrollo del 0,33 por ciento de su PIB en la actualidad al 0,39 por ciento en 2006. Estados Unidos, la mayor economía mundial, entrega el equivalente a 0,10 por ciento de su PIB, pero antes de venir a Monterrey, Bush anunció aumentos progresivos a partir de 2004, para llegar en tres años a un equivalente al 0,13 por ciento.
Naciones Unidas
Para el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, la reunión fue fructífera, porque los líderes de los países ricos se han dado cuenta de que “vivimos en un mundo, no en dos”, y que “nadie puede sentirse cómodo ni seguro mientras tantos otros padecen sufrimientos y privaciones”. Annan reconoció los riesgos de la falta de compromisos concretos luego de dos años de agotadoras discusiones entre más de un centenar y medio de países para poner a punto el documento de 10.000 palabras.
“El ‘Consenso de Monterrey’ -dijo- no es un documento débil, como lo han afirmado algunos. (...) será débil si no lo llevamos a la práctica”. La obtención de recursos financieros para luchar contra la pobreza -dice el documento de la reunión- “será el primer paso que daremos para asegurar que el siglo XXI sea el siglo del desarrollo para todos” e insta a los países desarrollados ’’a que adopten medidas concretas para dedicar el 0,7 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB) como AOD (Ayuda Oficial para el Desarrollo) para los países en desarrollo”.
Según Naciones Unidas, 826 millones de personas carecen de una alimentación adecuada, más de 850 millones son analfabetos, cerca de mil millones carecen de agua potable, y dos mil 400 millones de servicios sanitarios, sin contar que mil 200 millones de personas viven con menos de un dólar estadounidense por día.