ROMA.- El Papa Juan Pablo II desafió esta noche los fuertes dolores de artrosis en la rodilla derecha que casi le impiden caminar, y sacando fuerzas de flaqueza tomó la Cruz y la llevó en la última estación del Vía Crucis que presidió en el Coliseo de Roma.
El anciano Pontífice, de 81 años, no caminó, pero afirmó la Cruz durante toda la estación con una mano, mientras que con la otra se sostuvo de la barandilla de la colina del Palatino, de frente al Coliseo, desde la que presidió la solemne ceremonia.
Teniendo como fondo una inmensa cruz hecha con antorchas, el Papa pidió al comienzo del rito la paz para Tierra Santa y para todo el mundo. "Paz a los vecinos y los lejanos, paz para Jerusalén, la amada ciudad del Señor", afirmó el Sumo Pontífice.
Posteriormente, los presentes suplicaron la paz y la reconciliación "para que en Asia, Africa y el Medio Oriente cesen los graves conflictos existentes, se acabe con el derramamiento de sangre y los enemigos se abran al diálogo, los adversarios se estrechen la mano y los pueblos encuentren la concordia".
En un principio no estaba previsto que Juan Pablo II llevase la Cruz, visto que desde el mes de febrero sufre de fuertes dolores de artrosis en la rodilla de la pierna que se fracturó hace varios años.
Los médicos le aconsejaron que no se esforzase sobre todo durante la Semana Santa, en la que los ritos duran varias horas y son agotadores.
Así, presidió pero no ofició la misa Crismal, la del Jueves Santo y tampoco lavó los pies a los doce presbíteros. Lo hizo a regañadientes, pero aceptó la sugerencia de los médicos.
Lo que no estaba dispuesto era renunciar a llevar, aunque fuera sólo unos minutos, la Cruz, lo que siempre ha hecho en los 22 años de pontificado. Y al final se salió con la suya.
Frailes franciscanos de Tierra Santa, que la llevaron en las estaciones precedentes, se la entregaron y, aunque encorvado, sacó fuerzas y la tomó como ha hecho a lo largo de los años.
Una vez concluido el rito, al que asistieron unas 50.000 personas, Juan Pablo II pronunció un discurso improvisado, en el que recordó la Pasión del Señor.
En el facilitado por el Vaticano (que no leyó), el Pontífice señaló que un mundo como el actual a menudo dominado por el egoísmo y el odio, los creyentes están llamados a proclamar la victoria del Amor.
El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo, el famoso anfiteatro Flavio -que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continuó por delante del Arco de Constantino y concluyó subiendo las escaleras que llevan a la colina del Palatino.
La procesión fue guiada por el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini, que llevó la Cruz en las primeras estaciones. Posteriormente, el símbolo de los cristianos fue portado por un matrimonio romano y sus dos hijos, por una mujer de Madagascar, por otra de Mongolia, por la colombiana Fanny Carillo Vera y por frailes franciscanos de Tierra Santa.
Las meditaciones de las catorce estaciones fueron escritas este año por otros tantos periodistas de todo el mundo, entre ellos el corresponsal de Televisión Española en Italia, la corresponsal de Televisa de México e informadores de Rusia, Portugal, Italia, Alemania, Francia, EE.UU. y Japón.
En las meditaciones se pidió a Dios que libere al hombre de la hipocresía y de la tentación de lavarse las manos ante las injusticias. También se suplicó que conceda al hombre la humildad necesaria para reconocer sus errores y la fuerza para que rechace la mentira y las injusticias.
También se afirmó que es difícil llevar la Cruz en un mundo contemporáneo globalizado, dominado por el poder económico, político y militar.
"Los poderosos del mundo se alían para llevar a cabo represalias, para atacar poblaciones pobres y exhaustas. Se justifica incluso el terrorismo en nombre de la justicia y de la defensa de los pobres. Un mensaje violento, el de los hombres poderosos irrumpe violentamente en nuestro corazón y éste se petrifica", se afirmó en la meditación de la estación "Jesús carga con la Cruz".
Se pidió a Dios que el hombre no aspire al poder y a la gloria, "sino a ser instrumento de solidaridad y paz para quienes están agobiados por la violencia y la injusticia de los poderosos del mundo".
El Vía Crucis del Coliseo fue instaurado en 1741 por orden del Papa Benedicto XIV. Tras decenas de años de olvido, en 1925 volvió a celebrarse en dicho anfiteatro de la Ciudad Eterna.
En 1964, el Papa Pablo VI acudió al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el sucesor de Pedro.
Desde ese año, los textos de las meditaciones fueron escritos por personalidades, entre ellas el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I y la monja protestante Minke de Vries.
Durante el año 2000, debido a que se trataba del Jubileo, los textos fueron escritos por Juan Pablo II, que también lo hizo en 1984 con motivo del jubileo extraordinario Año Santo de la Redención.