PARIS.- La campaña electoral de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas comienza hoy, marcada por la creciente marea de protestas contra el ultraderechista Jean-Marie Le Pen y el viaje del neogaullista Jacques Chirac a un antiguo feudo de su rival.
A nueve días de la crucial cita con las urnas, en la que Francia se juega, según Chirac, su "alma" y su papel "en Europa y en el mundo", el Presidente-candidato participa esta tarde en un "encuentro de diálogo" con los vecinos de Dreux (centro-oeste), símbolo del empuje electoral del ultraderechista Frente Nacional (FN) en 1983.
Le Pen, que de momento se contenta con ruedas de prensa y entrevistas en los medios de comunicación porque la televisión "la ve más gente", resta importancia a su retroceso el pasado domingo en la simbólica Dreux.
En la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Chirac quedó en cabeza en esa localidad con el 22,97% de los votos, frente al líder del FN, que obtuvo un apoyo del 18,05%.
Según Le Pen, cuyo eslogan de campaña es "Francia y los franceses primero", se debió a que en Dreux "hay cada vez menos franceses", ya que "la gente se va, deja esas ciudades que se convierten progresivamente en ciudades extranjeras".
La delegada nacional del FN, Marie-France Stirbois, que se vanagloriaba hoy de haber recibido desde el domingo "más de 150.000 peticiones de nuevas adhesiones" sólo "en la sede central" en Saint-Cloud (afueras de París), acusó a Chirac de ir a Dreux para "hacerse publicidad".
No es un fenómeno exclusivo del FN, ya que todas las formaciones políticas aseguran que han recibido una avalancha de peticiones de adhesión en los últimos días, en especial los partidos de izquierda.
El Partido Socialista (PS) se ha visto invadido además por un aluvión de miles de mensajes de internet de ciudadanos que piden perdón al Primer Ministro saliente, Lionel Jospin, quien, debido a su derrota del pasado domingo -quedó tercero tras Chirac y Le Pen- dejará la vida política el 6 de mayo.
Según la prensa, se trata de ciudadanos arrepentidos porque no fueron a votar o bien confiaron en las encuestas, que le daban a Jospin como finalista junto a Chirac, y apoyaron a otro candidato de izquierdas.
Menos de 200.000 votos de diferencia con Le Pen apearon a Jospin de la carrera al Elíseo, lo que deja a la izquierda sin candidato en la recta final por primera vez desde 1969.
Dirigentes de las filas conservadoras y algunos comentaristas son muy críticos con el mutismo del descalabrado Jospin, quien no ha dado ninguna consigna de voto de cara a la segunda vuelta.
Según destacados socialistas, el primer ministro saliente "asumirá sus responsabilidades" y romperá su silencio antes del 5 de mayo para pedir que todo el mundo se movilice contra Le Pen y que vote, por tanto, por Chirac, su obligado compañero de viaje desde 1997 en la cohabitación más larga de las tres de la V República.
Aunque los sondeos, que fueron incapaces de prever la llegada de Le Pen a la segunda vuelta, vaticinan una arrolladora mayoría para Chirac, cuya cuota de confianza ha subido al 52 por ciento (12% más que marzo pasado), el temor de que se equivoquen está latente.
Le Pen se cree en disposición de superar el 30 por ciento de los votos, mientras que su ex "delfín" y rival de la extrema derecha, Bruno Mégret, el único que ha pedido el voto por su antiguo mentor, le auguró hoy una cuota de hasta el 40 por ciento.
Horrorizados por esa posibilidad y por los proyectos de Le Pen si llega al Elíseo -salida de la Unión Europea, restablecimiento de la pena de muerte o construcción de "campos de internamiento" para los inmigrantes- los partidos democráticos, los sindicatos y las más diversas organizaciones y asociaciones llaman a votar por Chirac.
Las protestas en la calle van ganando en intensidad día a día y ayer, según datos del Ministerio de Interior, superaron las 350.000 personas en toda Francia.
Ese inmensa marea humana contra Le Pen, que se prevé multitudinaria mañana, sábado, en París, culminará el 1 de mayo.
Ese día también se ha programado una manifestación en apoyo al líder ultraderechista en la capital francesa, por lo que las autoridades han clasificado la jornada como de "alto riesgo".