BERLIN.- Berlín tomó de nuevo el aspecto de capital partida, esta vez por el cordón policial dispuesto para la visita de George Bush, que convirtió en "ciudad fantasma" la zona por la que transcurrirá la estancia del Presidente, mientras al otro lado de la muralla miles manifestantes hacían oír su ruidosa protesta.
Un desfile de tambores, cacerolas y todo tipo de instrumentos de percusión "domésticos", con acompañamiento de silbatos y fanfarrias, arrancó desde el centro histórico del antiguo sector oriental, rumbo al este, mientras un recio operativo policial custodiaba una amplia zona ciudadana, en dirección contraria.
La avenida Unter den Linden, en el corazón de ciudad, quedó dividida en dos zonas, una bulliciosa y multicolor, dominada por manifestantes antiglobalización y grupos de izquierda, y la otra en casi absoluto silencio, con un único color: el verde oliva policial.
El temor a disturbios y el fantasma de un atentado obligaron a "blindar" la visita de Bush, de apenas 20 horas y con un programa compacto, en el que, a diferencia de los anteriores viajes de su antecesor, Bill Clinton, no hay previsto contacto alguno con ciudadanos.
Berlín se encontraba desde ayer, víspera de la llegada del Presidente estadounidense, en un estado de "manifestación permanente".
El denominado "Eje por la Paz", que agrupa a 240 colectivos, entre grupos antiglobalización, partidos de izquierda, sindicatos y asociaciones religiosas, había convocado un programa de concentraciones prácticamente ininterrumpido, con intención de hacer llegar, aunque fuera a distancia, sus protestas a Bush.
El catálogo de "quejas" es amplio: desde el antiamericanismo tradicional a las protestas contra la pena de muerte, el bloqueo estadounidense del Protocolo de Kioto, los bombardeos contra Afganistán y la posibilidad de una guerra contra lo que Bush denomina el "eje del mal" de países que, en su opinión, dan cobijo al terrorismo.
Pese a los temores de que las protestas degeneraran en violencia antiamericana, la "cacerolada" de tambores y silbatos de hoy discurrió en un ambiente festivo, semejante a la concentración pacífica de la víspera a la llegada de Bush, con unos 20.000 manifestantes.
La marcha de los tambores desfiló con aires de carnaval en esta primavera berlinesa, bajo un hermoso sol y animada por "troupes" circenses.
Los lemas de los colectivos propalestinos y los gritos de "Bush, terrorista" o "Sharón terrorista" se alternaron con consignas a favor del consumo de la "brezel", la típica galleta salada bávara con la que se atragantó el presidente, el pasado enero.
De igual manera, las pancartas contra la política de seguridad estadounidense -"No queremos vuestra guerra"-, se combinaban con otras más irónicas, como la que portaban dos manifestantes con un vistoso "Welcome, Bill Clinton".
Paralelamente a la manifestación de Berlín, en otras 60 ciudades alemanes se llevaron a cabo tamborradas simbólicas contra la política de Bush, aunque de dimensiones bastantes más reducidas.
Mientras los manifestantes berlineses daban su "vuelta" desde la plaza de la catedral a la vecina Alexanderplatz, con retorno al punto de origen, en la vecina "mitad fantasma" de la ciudad la policía no bajaba la guardia, ante la posibilidad de que al caer la noche arrancara la violencia por parte de grupos incontrolados.
Los agentes tuvieron que hacer acopio de una contundente amabilidad frente a la impaciencia de numerosos ciudadanos, molestos con el bloqueo.
La zona comprendida entre la Friedrichstrasse, a varias manzanas del hotel Adlon donde se alojará el presidente, hasta pasada la Puerta de Brandeburgo, en el extremo oeste de la avenida Unter den Linden, así como los alrededores del Parlamento, la Cancillería y calles adyacentes, se convirtieron en zona prohibida.
Varias estaciones de metro comprendidas en esa área -habitualmente, el principal imán turístico de la ciudad- quedaron bloqueadas, mientras el vecindario y personal que trabaja en la zona se veían sometidos a la trabajosa tarea de mostrar su documentación cada cien o doscientos metros, de control a control.