BUENOS AIRES.- Miles de argentinos se lanzaron hoy a las calles de Buenos Aires para pedir la renuncia del Presidente Eduardo Duhalde por la muerte de dos jóvenes en una protesta de desocupados, mientras el Gobierno descartaba que su estabilidad haya sido puesta en riesgo.
La chispa que encendió la manifestación fue la fuerte represión policial de ayer contra un grupo de desempleados que bloqueaba una autopista para exigir puestos de trabajo y alimentos, en el peor acto de violencia desde que en diciembre una sangrienta revuelta popular derribó a dos presidentes y dejó casi 30 muertos.
Los manifestantes, que superaron los 10.000, marcharon desde el Congreso hasta la céntrica Plaza de Mayo, frente a la Casa de Gobierno, que estuvo protegida por un fuerte dispositivo de seguridad con cientos de efectivos respaldados por carros lanza aguas y perros.
La fuerte presencia policial no menguó la protesta, en la que participaron fundamentalmente grupos de desocupados y partidos de izquierda al grito de "Duhalde asesino, te tenés que ir".
La profundización de la conflictividad social en el país ocurre en el peor momento para el Mandatario, que con una popularidad de apenas 8,0 por ciento según sondeos, no ha logrado que el Fondo Monetario Internacional (FMI) acepte negociar una vital ayuda financiera para el país, que atraviesa la peor crisis económica de su historia.
"Estamos protestando para que se vaya el gobierno. No cumple con los intereses del pueblo y ahora tiene las manos con sangre", afirmó Sergio, un joven desempleado que participaba de la protesta.
Con casi la mitad de los 36 millones de argentinos en la pobreza y 24 por ciento de la fuerza laboral desempleada, Argentina se ha convertido en un polvorín social que se expresa diariamente con cortes de carreteras en todo el país, donde los desocupados tienen un rol protagónico.
"No está en juego en esto la suerte de un gobierno, no está en juego la suerte de un puñado de funcionarios. Esta es la crisis más profunda de la historia contemporánea de Argentina y Argentina no soporta más violencia", dijo a periodistas el jefe de Gabinete de Ministros, Alfredo Atanasof.
En tanto, una fuente del gobierno, que no quiso ser identificada, dijo a Reuters que Duhalde no teme que corra peligro su sustentabilidad en el poder porque los enfrentamientos del miércoles se trataron de "un hecho aislado".
Sin embargo, el funcionario aclaró que "existe la posibilidad" de que ese tipo de hechos se repita, y dijo que había informes de inteligencia que apuntaban a un supuesto sector desestabilizador, que no quiso identificar y que presuntamente se infiltró entre los manifestantes para generar los disturbios.
Mientras, Duhalde se mantiene sin hacer declaraciones, las fuerzas de seguridad reforzaron el control en los alrededores de la Casa de Gobierno, en el centro de Buenos Aires, a la espera de la manifestación convocada por un grupo de desempleados en repudio a la acción policial.
La Policía Federal detuvo a 30 manifestantes en horas de la tarde cuando se dirigían a participar en los actos de protesta, al encontrárseles "bombas Molotov, palos y piedras", según una portavoz de la fuerza.
Mientras tanto, la más rebelde de las tres confederaciones sindicales del país, la Central de los Trabajadores Argentinos, llevó adelante una huelga general contra los incidentes que afectó de manera parcial la administración pública y la educación estatal.
Advertencia
Tal como lo vino haciendo en los últimos días, el gobierno advirtió que no tolerará nuevos actos de violencia y que las fuerzas de seguridad garantizarán la paz social a toda costa.
La policía arrojó el miércoles gases lacrimógenos y disparó balas de goma y de plomo contra los manifestantes, que respondieron con palos, piedras y bombas Molotov.
Según analistas, la pregunta crucial es si la represión a los desempleados puede encender la chispa de un temido estallido social contra Duhalde, que hace malabarismos por permanecer en el poder hasta las elecciones programadas para septiembre del 2003.
Los expertos consideran que el rol principal está en manos de la clase media, que fue la gran protagonista de la revuelta de diciembre y que en los últimos meses se desmovilizó.
Atomizadas y enfrentadas entre ellas, las organizaciones que reúnen a los desempleados cobraron protagonismo en los últimos meses y se erigieron como un factor de poder alternativo a los políticos tradicionales, desprestigiados entre la población.