WASHINGTON.- Las naves Voyager, lanzadas al espacio hace 25 años, continúan su viaje después de explorar planetas y lunas lejanas y ahora se acercan a 56 mil kilómetros por hora hacia los confines del Sistema Solar, los límites de lo conocido.
Ninguna nave ha ido tan lejos ni enviado tantas fotografías y datos sobre el sistema de planetas en el que la Tierra está integrado, lo que le convierte en uno de los proyectos científicos más importantes de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA).
La agencia espacial recordó hoy que el 20 de agosto de 1977 lanzó al espacio el Voyager 2 desde Cabo Cañaveral, en Florida, y que la gesta fue seguida, el 5 de septiembre por el lanzamiento del Voyager 1.
"Ha sido la misión que abrió las puertas del Sistema Solar", declaró recientemente Carolyn Porco, una científica que formó parte del equipo de control de las Voyager.
Tras 25 años, cuyo aniversario se celebra mañana, las naves han encontrado un nuevo reto y están a punto de superar la línea de influencia del Sol, la Heliopausa, tras la cual comienza el espacio interestelar.
Los científicos sostienen que esa región no posee unas fronteras claras y que se expande y se contrae en una vasta área de cientos de millones de kilómetros.
El Voyager 1, en estos momentos la nave más distante de la Tierra, podría alcanzar la Heliopausa entre 2007 y 2020.
Los reactores nucleares que alimentan sus sistemas podrían estar aún operativos para ese momento y comunicar a la Tierra, con una demora de entre 10 y 12 horas, el momento en que sus aparatos científicos, que miden plasma, radiaciones cósmicas y ultravioletas, perciban los nuevos flujos procedentes del espacio interestelar.
"Nunca supusimos que durarían tanto. En principio se trataba sólo de un viaje de cuatro años a Júpiter y Saturno", explicó Edward Stone, el científico que ha dirigido el proyecto desde 1977.
Pero la NASA extendió las misiones y las llevó hacia Urano, en 1986 y a Neptuno, en 1989.
Sus exploraciones permitieron descubrir la gran actividad volcánica de Io, una de las lunas de Júpiter, las fuertes tormentas que barren la superficie del planeta gigante, las peculiaridades de los anillos de Saturno, las convulsiones que sufre la luna de Urano, Miranda, y los géiseres activos de Tritón, una de las lunas de Neptuno.
Ed Massey, responsable del proyecto desde el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, en Pasadena, California, explicó que los ingenieros que diseñaron las naves las construyeron de tal modo que las computadoras pudieran reaccionar al envío de nuevas instrucciones.
Durante estos 25 años, los responsables de la misión han mantenido contactos periódicos con las naves, que se encuentran actualmente a unas 85 unidades astronómicas (UA) de distancia del Sol, que equivale a 85 veces la distancia que separa este astro de la Tierra, en el caso del Voyager 1.
Voyager 2 está a 65 unidades astronómicas (UA) de distancia y se escapa del Sistema Solar a un ritmo de 3,6 unidades astronómicas por año.
Incluso aunque se acabe el combustible que las alimenta, cuando las nave penetren en el espacio interestelar, continuarán navegando sin fin hacia las estrellas más cercanas.
Ambas llevan un especial saludo de la Tierra para ser estudiado por cualquier forma de vida inteligente que pudiera contactarlas.
El famoso astrónomo ya desaparecido Carl Sagan seleccionó las voces de hombre, mujeres y niños en 55 idiomas, que fueron grabadas en un disco de cobre bañado en oro.
Gráficos sobre los conceptos matemáticos que han permitido el avance de la humanidad, esquemas de cómo somos los seres humanos e imágenes de la vida cotidiana en la Tierra viajan impresas también en ese disco de 30 centímetros fijado en el exterior de las naves.
Como un mensaje en una botella, las naves, después de 25 años de descubrimientos en el Sistema Solar, se aprestan a penetrar más allá de los límites del Sol y viajar hacia una dimensión desconocida.