LONDRES.- El Primer Ministro británico, Tony Blair, vuela a Estados Unidos para analizar con el Presidente de EE.UU., George Bush, la formación de una coalición internacional de cara a una posible intervención militar en Irak.
Aunque tanto la Casa Blanca como el número 10 de Downing Street, sede del gobierno británico, han insistido en que ’’aún no hay nada decidido’’ y las conversaciones en Camp David no tendrán, ni mucho menos, carácter de consejo de guerra, no cabe ninguna duda de que ambos tienen en mente la posibilidad de una ofensiva militar para impedir que Irak fabrique armas de destrucción masiva.
Blair, el más estrecho aliado estadounidense, ha admitido esta semana que el Reino Unido está dispuesto a pagar un ’’precio de sangre’’ por mantener sus lazos con EE.UU..
Su ministro de Asuntos Exteriores, Jack Straw, insistió ayer en que no debe descartarse la opción militar y sería una ’’flagrante irresponsabilidad’’ el mostrar una ’’paciencia ilimitada’’ hacia el régimen del Presidente Saddam Husseín.
En el resto del mundo, la posibilidad de un ataque contra Irak no ha recibido la misma acogida y el resto de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU -China, Francia y Rusia- han expresado sus dudas sobre la oportunidad y legalidad de esa posible iniciativa.
Incluso dentro del propio Reino Unido la opinión pública dista mucho de dar un apoyo incondicional a una invasión y, según las encuestas, la mayoría de los votantes y buena parte de los propios diputados se opone a una guerra, contra la que ha alzado su voz incluso el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, líder espiritual de la Iglesia de Inglaterra.
Así las cosas, Blair está dispuesto a jugar en Camp David un papel de mediador y plantear una serie de iniciativas que faciliten la creación de una coalición internacional en lugar de un enfrentamiento en solitario de Estados Unidos contra Irak.
Ambos mandatarios podrían decidir sobre la conveniencia de una resolución de la ONU que conceda a Bagdad un ultimátum para permitir la entrada en su territorio de los inspectores internacionales de armamento.
Según afirma hoy el periódico ’’The Daily Telegraph’’, Blair instará a Bush a que despliegue ’’decenas de miles de soldados’’ en la frontera con Irak para permitir la inspección de las instalaciones iraquíes sospechosas de fabricar o almacenar armas de destrucción masiva.
Esas tropas, con una dotación entre los 20.000 y los 50.000 soldados, quedarían desplegadas en Jordania, Arabia Saudí, Turquía y Kuwait, y podrían escoltar a los inspectores o llegar por la fuerza a los emplazamientos sospechosos si se negase el acceso a los funcionarios internacionales.
Tanto Blair como Bush han estado inmersos en los últimos días en rondas de contactos diplomáticos para tratar de ganar un apoyo internacional que aún parece bastante lejano.
El Primer Ministro británico se reunió con el titular saudí de Asuntos Exteriores, príncipe Saud al Faisal, y conversó por teléfono con los Presidentes de Francia, Jacques Chirac, y Rusia, Vladímir Putin.
Este último, que se reunirá en Moscú con el jefe de Gobierno británico a comienzos de octubre, ha expresado, según un portavoz del Kremlin, serias dudas sobre la conveniencia de usar la fuerza para derrocar a Saddam Husseín.
Tras expresar sus dudas sobre la legalidad del uso de la fuerza en este caso, Putin insistió en que sigue habiendo ’’un potencial auténtico’’ para encontrar una solución política a la crisis.
El Primer Ministro británico pudo sondear ayer a sus colegas italiano, Silvio Berlusconi, y español, José María Aznar, durante su desplazamiento a Madrid para asistir a la boda de la hija del jefe de Gobierno español, Ana Aznar, con el banquero Alejandro Agag.
Blair tiene previsto permanecer en Estados Unidos apenas unas horas, aunque sus ministros de Defensa, Geoff Hoon, y de Exteriores, Jack Straw, permanecerán en ese país buena parte de la semana que viene.