Gerhard Schroeder, el socialdemócrata que no sabe lo que es perder
El actual canciller está confiado en que vencerá nuevamente.
Gerhard Schroeder no oculta sus orígenes humildes, los años en los que tuvo que ganarse la vida. Al contrario, para él es motivo de orgullo haber llegado al lugar en el que está hace cuatro años: en la cima del poder, siendo el Canciller de la república.
Los que lo conocen aprecian la sinceridad y su forma abierta de ser, pero también saben que no le gusta perder y que es ambicioso.
Su tenaz perseverancia y su ambición política fueron la llave para desalojar del poder hace cuatro años al demócrata cristiano Helmut Kohl tras 16 años en el cargo, y el 22 de septiembre está convencido de que va a derrotar a su contrincante, el democristiano bávaro Edmund Stoiber, para permanecer en la cancillería por otros cuatro años más.
Gerhard Schroeder es uno de aquellos clásicos dirigentes socialdemócratas que empezaron en la izquierda radical, reconvertido en un moderado centrista tras recorrer todas las instancias partidarias.
Nació el 7 de abril de 1944, un viernes santo, en Mossenberg, en Westfalia. Cuando sólo tenía unos días, su padre cayó en el frente de batalla en Rumania y su madre tuvo que trabajar duro para alimentar a sus hijos, hecho que lo marcó para toda la vida y le hizo saber que nada se consigue sin sacrificio.
A los 14 años abandonó la escuela y comenzó a trabajar. Pero años más tarde se percató de que para progresar debía estudiar. Se recibió de bachiller en 1966, con 22 años, para luego estudiar en la Universidad de Gotinga y recibirse de abogado, profesión que ejerció varios años.
Fue en Gotinga donde comenzó su trayectoria política en serio, primero en filas estudiantiles, más tarde como político local, luego como jefe de las juventudes del SPD (Jusos) a nivel regional y después a nivel nacional en 1978, en épocas en las que se autodeclaraba marxista.
Dos años después fue elegido diputado del SPD en el Parlamento federal (Bundestag) de Bonn. Su ingreso en el partido se produjo en 1963, cuando tenía 19 años.
Dotado con un olfato especial para detectar "lo popular", siguió conquistando espacios de poder y en 1989 fue elegido miembro de la presidencia del SPD y en 1990, en su segundo intento, fue elegido primer ministro de Baja Sajonia, desalojando del poder al democristiano Ernst Albrecht.
Durante su estancia en el poder en Hannover pasó a formar parte del directorio del consorcio Volkswagen de Wolfsburgo y su decidido apoyo a la industria automotora, para disgusto del Partido Verde, el socio menor de la coalición de Schroeder, le valió el apodo de "Canciller del autómóvil".
Aplicando todas las mañas políticas supo imponerse a sus rivales socialdemócratas Rudolf Scharping y Oskar Lafontaine, que se interponían en sus aspiraciones de llegar a ser Canciller y de disputar el poder a Kohl. Lo logró y hace cuatro años se aventuró a gobernar en Berlín con un novedoso modelo de centroizquierda junto a Los Verdes.
Quiere seguir siendo jefe de gobierno de Alemania para completar las reformas iniciadas en este su primer mandato de cuatro años. En las últimas semanas juntó muchos puntos cuando en forma decidida enfrentó la difícil tarea de la reconstrucción tras las desastrosas inundaciones en el sur y este de Alemania.
Está casado con Doris Koepf, con quien formó su cuarto matrimonio.
Edmund Stoiber, un conservador que apuesta por el modernismo
Las encuestas preelectorales le daban hasta hace dos semanas amplias posibilidades de derrotar a Schroeder.
Hasta hace pocas semanas, los sondeos preelectorales señalaban que Edmund Stoiber, el candidato del bloque conservador de democristianos y socialcristianos en las elecciones generales del domingo, iba a lograr algo que para muchos era impensable: ganar las elecciones y ser el próximo Canciller alemán.
Lo impensable no era que un conservador se impusiera en las elecciones, sino que el ganador fuera bávaro.
Stoiber intenta nada menos que romper con una de las supuestas verdades de la política alemana, una que fue aceptada como válida e irrefutable durante décadas: un político originario de Baviera, considerada la tierra más conservadora, católica, tradicionalista, testaruda y hasta aislacionista del país, jamás podrá llegar a la jefatura del gobierno federal.
La historia lo confirmó a lo largo de las últimas cinco décadas de vida democrática. Pero sólo hasta ahora, hasta que Stoiber, Primer Ministro de Baviera y presidente de la Unión Socialcristiana (CSU), se propuso quebrar con esa presunción.
Las encuestas preelectorales le daban hasta hace dos semanas amplias posibilidades de llegar a alcanzar su objetivo de desbancar al socialdemócrata Gerhard Schroeder del centro de poder. Pero la cómoda ventaja que mantuvo durante meses se fue esfumando, y ahora los dos candidatos están cabeza a cabeza.
El paso más importante y tal vez más difícil en su camino hacia Berlín fue haberle ganado hace pocos meses la interna electoral a Angela Merkel, la titular del gran "partido hermano", la Unión Cristiano Demócrata (CDU), justo a una dirigente que tenía todo a su favor para pelearle la cancillería a Schroeder: joven, mujer, liberal, protestante y originaria del este alemán, una de las pocas dirigentes políticas nacionales que surgieron en el Este después de la reunificación del país hace doce años.
Stoiber no reniega de sus orígenes ni de los principios morales y éticos que forman su ideario político. Pero él se alinea entre aquellos socialcristianos que están convencidos de que "los conservadores son los que marchan al frente del progreso del país", los que son "el motor que impulsa la renovación de la sociedad".
El eslogan que mejor caracteriza la idea de Stoiber y sus socialcristianos bávaros es el de "Laptop und Lederhosen" (ordenador portátil y pantalones de cuero, la prenda típica de vestir de los bávaros).
Resume lo que fue la premisa de su gestión al frente del gobierno de Baviera desde 1993: modernizar la sociedad, impulsar la renovación económica y social, transformar las centenarias estructuras agrarias apoyando la radicación de empresas de tecnología de futuro, todo esto, sin embargo, sin olvidar las raíces, respetando los orígenes, manteniendo la tradición de la familia y la religión.
El abogado Stoiber, de sesenta años, casado y con sólo un matrimonio -a diferencia de Schroeder, que contrajo nupcias en cuatro oportunidades-, tiene tres hijos, es católico, nacido en el pueblo de Oberaudorf en las postrimerías de los Alpes y tiene una trayectoria política sin mayores tropiezos.
No se le conocen escándalos, tampoco quedó "salpicado" por la ola de denuncias sobre financiación ilegal practicada durante años en el seno de la CDU y por su histórico líder Helmut Kohl.
Conocedor a fondo del peculiar manejo de la política en Munich, Stoiber fue escalando posiciones poco a poco, con la ventaja de haber sido uno de los protegidos del mítico y al mismo tiempo polémico líder bávaro Franz Josef Strauss, el único socialcristiano que hasta ahora se arriesgó a tomar el poder federal y que fracasó, en 1980.
Baviera y socialcristianos es como un sinónimo. Hace 36 años que la CSU gobierna el "Estado Libre de Baviera", tal el nombre oficial de la provincia. Sin interrupciones y siempre con mayoría absoluta. Stoiber asumió la posta en 1993 y en 1998, cuando el demócrata cristiano Helmut Kohl perdía las elecciones nacionales ante Schroeder, Stoiber salvaba la situación volviendo a ganar en "su" Estado con el 53 por ciento de los votos.
Encaramado ahora en la lucha por el poder central en Berlín, Stoiber aprovecha a su favor algunas estadísticas de su gestión: Baviera tiene, con un 5,7 por ciento, la menor tasa de desempleo de todo el país, cuando a nivel federal es del diez por ciento. Pero también asume como propios postulados que hace cuatro años pertenecían al discurso de Schroeder y que lo llevaron al poder.
Así, durante la campaña electoral, Stoiber se presenta como el único capaz de saber equilibrar la necesidad de innovar y modernizar la sociedad manteniendo la justicia social. Stoiber le arrebató a Schroeder además el discurso de ser ’’el defensor de los intereses del ciudadano frente a los intereses del gran capital y empresariado a los que sucumbió el socialdemócrata’’ en sus cuatro años en Berlín.
Pero el mayor logro de la campaña electoral de Stoiber, el que desarticuló la estrategia de sus rivales y permitió crecer en las encuestas, fue que escapó a la polarización buscada por los socialdemócratas y evitó ofrecer una imagen que confirmase los estereotipos retrógrados del bávaro y que hasta hoy habían impedido que un socialcristiano pudiera instalarse en Berlín.